Premium

Paúl E. Palacios | El último recurso

Avatar del Paúl Palacios

Ciertos hechos públicos nos muestran un debilitamiento institucional de las FF. AA., lo cual no puede permitirse

Durante las últimas semanas la prensa ha dado cuenta de algunos eventos que desdicen del tradicional orden, disciplina y corrección que han ostentado los miembros de las FF. AA. Son hechos no generalizados, y más bien podría decirse que aislados, pero que deben llamar fuertemente la atención de los mandos, porque son la evidencia de que algo pudiera no estar funcionando correctamente en la educación, la doctrina y hasta la contrainteligencia.

Ya el evento del radar en Montecristi fue un campanazo, como también fue el caso de los ocho tripulantes de la Armada que intentaron comercializar droga antes incautada. El posible asesinato de la subteniente Pamela Ati en un recinto militar, donde existe personal bajo investigaciones, y la captura de uniformados que pretendían introducir material de comunicaciones a los reos de La Roca, son solo una muestra de que existe en algunos integrantes de las filas castrenses la penetración del crimen organizado por una parte, y por otra, el total irrespeto al uniforme.

Si esto fuera observado en cualquier otra organización, sería condenable, pero en el caso de las FF. AA. es imperdonable.

Tratando de entender objetivamente la contaminación de las instituciones en el país, si a las FF. AA. se las mantiene indefinidamente en un empleo cercano al crimen organizado, cuidando prisiones y reos, haciendo parte de la actividad que en un país moderno debe hacer la Policía, no es difícil pensar que existirá contaminación. Lo anterior agravado por la percepción de los oficiales y tropa de que en las altas esferas de las demás instituciones del país se rifan la nación.

Si los mandos perciben que el ascenso a ciertos rangos se transforma en político, y que congraciarse con los políticos les asegura un ascenso y no sus méritos, se doblarán sus principios. Si además añadimos el coqueteo de ciertos políticos con el crimen organizado, el círculo perverso se cierra.

La nación no puede permitirse perder a la única institución que la ha salvado en los momentos más oscuros de la historia, y hoy precisamente no vivimos un momento claro. Ellos son nuestro último recurso.