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Paúl Palacios: Sin referencias pasadas

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La guerra que estamos librando no se parece a nada con lo que se han enfrentado antes las Fuerzas Armadas

Hace unos días expresaba la preocupación que representan ciertos brotes de contaminación en nuestras Fuerzas Armadas, históricamente respetadas por la sociedad toda. Han tenido en el pasado vaivenes de sesgo político, como ocurrió hasta el primer tercio del siglo XX, pero su profesionalización profundizó una doctrina enfocada hacia la protección de la soberanía territorial, y la cúspide de ella fue su empleo en el Cenepa.

El conflicto con la delincuencia organizada que ha explotado las toma debilitadas en su equipamiento, y evidentemente impreparadas para este nuevo escenario de confrontación. Es tangible la penetración de la delincuencia organizada en las diferentes instituciones del Estado, desde la Justicia, pasando por la Legislatura, y ciertos escalones del Poder Ejecutivo están siendo infiltrados, cooptados y dirigidas sus acciones hacia proteger y auspiciar al enemigo de la sociedad.

Cuando se trata de entidades de seguridad, las faltas disciplinarias y los delitos comunes de sus miembros, más allá de las causas legales que se instrumenten ante la justicia ordinaria, son asuntos internos. Sin embargo, cuando se trata de un enemigo organizado, sea este otro Estado u organizaciones paramilitares que intentan doblegar a la seguridad de nuestro Estado, la función clásica de prevención, reacción y supresión es la contrainteligencia.

Me temo que la comunidad de inteligencia de los organismos del Estado ecuatoriano está desmantelada o debilitada, pues no hay otra explicación cuando el crimen organizado penetra niveles jerárquicos tan altos (de lo que conocemos) como tenientes coroneles o coroneles, y existe la sospecha de que lo hubo en rangos superiores en la Policía.

Este no es un tema de asuntos internos, donde se busca al agente de tránsito que se para en el control de vía a la Costa a extorsionar, esto va mucho más lejos. Estamos en una guerra de verdad; nuestra existencia como nación está en juego.

Lo que vivimos es un verdadero balde de agua fría que debería despertar a los mandos en la gestión de inteligencia y contrainteligencia de nuestras Fuerzas Armadas, o desaparecemos.