Paul Palacios: Ventanas rotas y criminalidad

Basta un solo hecho que quede en la impunidad para pretender acallar al periodismo valiente, y el crimen organizado lo sabe.
Hace algún tiempo escribí una columna sobre la teoría de las ventanas rotas, desarrollada por Wilson y George Kelling, que si bien parte de temas criminales, tiene amplia aplicación en muchísimas áreas cotidianas de administración pública y privada, así como en los actos personales de vida.
No voy a ampliar nada sobre su descripción conceptual, más bien me dirigiré a lo horrendo que va develándose en los diálogos que la Fiscalía ha hecho públicos en el caso Metástasis.
En uno de esos diálogos se muestra el interés del crimen organizado por silenciar la voz de periodistas, particularmente el de la señora Sara Ortiz, quien trabaja para Diario EXPRESO. Esto me recuerda el caso del asesinato del político Abdón Calderón Muñoz, fallecido el 9 de diciembre de 1978 a manos de un criminal, pero cuyo autor intelectual fue el general Bolívar Jarrín, en ese instante ministro de Gobierno de la Junta Militar.
Calderón había sido un crítico de la dictadura militar, y se volvió una persona incómoda. Al parecer, el autor intelectual realizó este acto por iniciativa propia, pues de las investigaciones así se determinó.
El punto fundamental es que este hecho que causó conmoción en el país, que fue investigado, judicializado y logró la condena de todos los implicados, marcó un hito que perduró en el tiempo: la violencia política criminal era inadmisible en el país, y se haría justicia si algo ocurría.
Fue una norma no escrita (aunque las leyes están escritas), respetada por los actores de esas lides. Se rompió entonces una ventana, y la sociedad no permitió que se rompan todas.
Hemos vuelto a una situación similar: el país vive las horas más difíciles que recuerde su historia en cuanto a violencia y criminalidad. Hoy existen diarios, periodistas, radios, actores de redes sociales, columnistas de opinión, que son rescatables de la contaminación que parece infectar a toda la sociedad, y se busca silenciarlos. Si la sociedad se une, podemos lograr las sentencias de 1982, y sentar precedentes.
El país son muchas Sara Ortiz valientes, y como ella, dignos, que no callarán jamás su voz y la verdad.