Sharm el-Sheij

La Convención sobre el Cambio Climático realizada en Egipto muestra que la brecha entre dónde estamos y dónde deberíamos estar se está ampliando’.
Hace pocos días la prestigiosa firma de investigación Ipsos reveló que un estudio realizado con entrevistas a 4.500 expertos en temas de riesgos de 58 países, situaba al cambio climático como la preocupación número uno de los riesgos que acechan a la civilización en este momento. El resultado de esta investigación coincide con la realización de la Conferencia anual de la ONU sobre el Cambio Climático en Sharm El-Sheij| (Egipto). El gran desafío de esta cita era presentar y acordar los planes para combatir el cambio climático según los objetivos marcados por el Acuerdo de París y la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cmnucc); lo anterior en medio de la peor crisis energética, económica y geopolítica de las últimas décadas. La cita se celebró desde el 6 al 18 de noviembre; recordando que el Acuerdo de París (COP 2015) señalaba el mantener la temperatura del planeta por debajo de los 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales, y el Cmnucc consistía en estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero a un nivel que impida interferencias antropogénicas (inducidas por el hombre) peligrosas en el sistema climático.
A la finalización del evento, lo evidente es que la distancia entre dónde estamos y dónde deberíamos estar es enorme, y ampliándose. Es irrefutable y sin el rubor que la diplomacia a veces cubre, que los países de mayor desarrollo relativo se niegan a asumir su responsabilidad en el destino de la humanidad, sin compromisos tangibles de reducción de su huella de contaminación, sin compensación a las economías más pobres por las consecuencias que sufren en sus sistemas agrícolas, en la calidad del aire y en la reducción de sus fuentes de agua.
Un mundo complejo que evidencia con mayor fuerza el pragmatismo del corto plazo en lugar de la conciencia del largo plazo es el plato de entrada en cada cena donde debería tratarse, como el COP 2022, el destino de la humanidad. Nos queda la esperanza de que el ser humano al borde del precipicio actúe, aunque algunos creen que el cambio climático no tiene boleto de vuelta.