Veinticinco años después
'Teníamos la esperanza de que Ecuador le robara una oportunidad a la historia para ganarse un espacio de gloria’.
Cada lunes a las 7h30 el instructor militar nos preguntaba a los cadetes, impecablemente formados, “¿¡para qué vamos a trabajar en este día!?”, y nosotros respondíamos: “¡para fortalecer nuestro cuerpo y nuestro espíritu, para reconquistar con las armas lo que la política y la diplomacia han cedido!”.
Aquello transcurría en épocas de la dictadura militar, en los años setenta, mientras cursaba mi secundaria en el Liceo Naval. Yo me la creí, y francamente formé una obsesión respecto de mi compromiso personal para contribuir de la mejor manera con el propósito nacional de vengar la vergüenza de 1941, y algún día llegar al Amazonas.
Éramos entonces unos chicos, algunos continuaron la milicia y otros nos distribuimos en otras carreras. Siempre en nuestro ideario estaba la esperanza de que llegue el momento en que Ecuador le robara la oportunidad a la historia para ganarse un espacio de gloria.
El momento llegó hace veinticinco años; el objetivo el mismo, el instante impensado. Los peruanos subestimaron la determinación ecuatoriana, buscaron imponer su presencia donde no la habían tenido antes, y se encontraron con la disposición física y moral de unas Fuerzas Armadas con una preparación y doctrina inmejorables. Se encontraron también con la actitud frontal de la nación para respaldar a sus soldados.
Ciertamente, el conflicto se focalizó donde Ecuador contaba con una ventaja: la selva. Por fortuna no se amplió la contienda al litoral, donde las consecuencias para la infraestructura y población civil habrían sido tremendas, particularmente del lado ecuatoriano.
Pero ahí estaba el Ecuador, a “suerte o tripa” para sacarnos el clavo. Ese ha sido, quizá, el único elemento que nos ha unido monolíticamente, y veinticinco años después, realmente no tenemos mucho que compartamos en este país de catorce lenguas ancestrales y tres idiomas oficiales de relación intercultural.
Saldadas las cuentas con Perú, al final sin Amazonas, Ecuador debe buscar algo que amalgame a diecisiete millones de opiniones distintas; algo que nos permita contestar hoy ¿¡para qué vamos a trabajar en este día!?