Priscilla Falconí Avellán | Paridad: ¿que nos falta todavía para el cambio?
ONU Mujeres revela que, un aumento del 10 % en representación femenina reduce la corrupción
Las mujeres somos la mitad de la población mundial, pero en política seguimos siendo minoría. En Ecuador, el Código de la Democracia exige paridad en las listas electorales; sin embargo, apenas dos candidatas aspiran a la presidencia en 2025. ¿Es el liderazgo femenino invisibilizado o, como sociedad, no estamos listos para aceptarlo?
La paridad no es capricho, es una herramienta correctiva. Sin leyes que nivelen el campo de juego, las barreras estructurales -estereotipos, falta de financiamiento y redes políticas- perpetúan la hegemonía masculina. El resultado: un sistema político incompleto, que no refleja a toda la sociedad.
La evidencia es irrefutable. En Ruanda, un Parlamento con 61 % de legisladoras impulsó leyes que otorgaron derechos de propiedad a trabajadoras rurales, permitiéndoles acceder a créditos y mejorar la economía de más de un millón de hogares. En Noruega, un Parlamento 47 % femenino logró que el 90 % de las madres regresen al trabajo tras el nacimiento de sus hijos. En España, 47 % de congresistas facilitó leyes sobre brecha salarial, conciliación y violencia doméstica.
Durante la pandemia, países liderados por mujeres -Nueva Zelanda, Finlandia y Alemania- registraron seis veces menos muertes per cápita, según la Universidad de Liverpool, porque lideraron con políticas tempranas, empáticas y basadas en evidencia.
ONU Mujeres revela que, un aumento del 10 % en representación femenina reduce la corrupción entre 15 y 20 %, gracias a liderazgos más horizontales y transparentes. Además, el Banco Mundial concluye que gobiernos con más mujeres asignan 35 % más recursos a educación, salud y bienestar.
En países sin paridad, como Yemen y Vanuatu, la participación femenina no alcanza el 5 % y en Afganistán, los derechos más básicos -educación, salud y seguridad- se deterioraron gravemente.
La paridad no significa elegir mujeres por ser mujeres; se trata de garantizar que los talentos y las voces de la mitad de la población participen en las decisiones que afectan a todos. Si la evidencia demuestra que una sociedad equitativa es más eficiente y justa, ¿por qué resistirnos?
¿Debe seguir teniendo género el poder? La respuesta está en los números: cuando ellas participan, todos ganamos.