Priscilla Falconí: El desafío de los propósitos
Según Transparencia Internacional, el país pierde alrededor de 4.000 millones de dólares al año por corrupción
Cada fin de año nos llenamos de esperanza y propósitos: hacer ejercicio, perder peso, ahorrar, viajar o simplemente mejorar en algún aspecto. Sin embargo, la mayoría de estos objetivos se disuelven rápidamente. Según estudios, el 25 % de las personas abandona sus metas después de la segunda semana de enero, y solo el 8 % logra cumplirlas. ¿Por qué? Falta de seguimiento y compromiso.
Este año invité a mi familia a escribir sus propósitos y los guardé en un sobre. La idea es que en diciembre de 2025 los revisemos juntos para reflexionar sobre cómo planificar conscientemente nuestras vidas y priorizar lo que realmente importa.
¿Y si nuestros gobernantes hicieran lo mismo? No se trata solo de aspiraciones, sino de definir metas claras con indicadores específicos, tiempos establecidos y un seguimiento riguroso. Según el Banco Mundial, los países con planes estratégicos bien definidos tienen un 40 % más de probabilidades de alcanzar sus objetivos económicos y sociales que aquellos que operan improvisadamente. Finlandia, al medir avances en educación y sostenibilidad, se ha posicionado como líder mundial en ambas áreas. Chile redujo la burocracia en un 25 % y mejoró los tiempos de resolución judicial en un 40 % gracias a revisiones periódicas. Y en Costa Rica, la independencia judicial ha sido clave para décadas de estabilidad política.
En Ecuador, los retos son conocidos: combatir la corrupción, garantizar una justicia independiente y reducir la pobreza. Según Transparencia Internacional, el país pierde alrededor de 4.000 millones de dólares al año por corrupción, recursos que podrían transformar los sistemas de educación y salud. ¿Qué pasaría si este 2025 el Estado asumiera un compromiso real y medible para abordar estas prioridades?
El progreso, tanto personal como nacional, exige algo más que buenas intenciones. Requiere determinación para plantear objetivos específicos, voluntad para medirlos y disciplina para lograrlos.
Al igual que revisaré los propósitos de mi familia, invito al país a hacer lo mismo: fijar metas claras, evaluar avances y ajustar el rumbo. Este nuevo año no se trata solo de escribir propósitos, sino de materializarlos. ¿Estamos listos para cumplir el desafío o seguiremos procrastinando el futuro, navegando a la deriva sin rumbo ni dirección?