Priscilla Falconí: Propuestas para menores infractores
Como país debemos priorizar la prevención, la educación y el fortalecimiento del núcleo familiar
La Asamblea Nacional debate el juzgar a menores -desde los 12 años- como adultos por delitos graves como sicariato y homicidio. Esto implicaría procesarlos bajo el sistema penal regular, con penas de hasta 26 años y al cumplir los 18 trasladarlos a cárceles comunes. La medida busca disuadir a las bandas criminales de usar niños y adolescentes, pues actualmente aprovechan su inimputabilidad penal para actividades ilícitas.
Aunque la delincuencia juvenil es alarmante -entre enero y septiembre de 2024, 1.655 menores fueron detenidos, 52 por asesinatos (EXPRESO, 29 de septiembre de 2024)- es fundamental analizar si esta medida es efectiva. Encarcelar a menores en prisiones para adultos los expondría a entornos violentos y criminales, aumentando el riesgo de reincidencia. Un estudio del Bureau of Justice Statistics de EE. UU. indica que los menores en cárceles de adultos tienen cinco veces más probabilidades de ser víctimas de agresiones sexuales y 34 % más posibilidades de reincidir.
En contraste, la justicia restaurativa, implementada en Costa Rica, busca que el infractor menor de edad repare el daño causado mediante mediación con las víctimas y la comunidad, priorizando la reintegración social. Este enfoque, al fomentar la responsabilidad personal, ha reducido la reincidencia a un 4 %. En Canadá, programas como Círculos de Apoyo y Responsabilidad han logrado reducir la reincidencia sexual en un 70 % y la violenta en un 57 %, demostrando que la rehabilitación puede ser más efectiva que el castigo.
Como país debemos priorizar la prevención, la educación y el fortalecimiento del núcleo familiar. Mi experiencia en programas sociales en Ecuador y reinserción social en EE.UU. me enseñaron que iniciativas donde jóvenes con más oportunidades apoyan a los vulnerables generan un impacto transformador, quizá aún más para quienes brindan la ayuda.
El cambio no es solo tarea del Estado. En lugar de optar por medidas que podrían perpetuar el ciclo de la criminalidad, invito a quienes me leen a buscar acciones que ofrezcan oportunidades a los jóvenes para prevenir caminos destructivos, empezando con nuestros propios hijos, inculcando valores sólidos, fomentando la empatía y motivándolos a participar en proyectos sociales.
Siempre tenemos la oportunidad de ser parte del cambio. La construcción de una sociedad más justa exige la participación de todos.