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Rafael Oyarte | Apuntar al nulo y al blanco

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Hay que considerar que esta primera vuelta tuvo un innegable sabor a segunda vuelta

Pese a que de políticos ecuatorianos se puede esperar cualquier cosa, tendrían que ser muy optimistas (o ingenuos) en pensar que el 44 % del uno se va a pasar al otro, salvo alguna monumental metida de pata que nunca se puede descartar (fenómeno que se produjo con Álvaro Noboa en la segunda vuelta del 2006, en que del discurso centrado se pasó a lanzar al piso, con Biblia en mano, proclamándose el héroe de Dios). Tampoco sería esperable que el 2 % de Andrea González se pase a Luisa, luego del ardoroso discurso anticorreísta de la excandidata. ¿Puede esperar Noboa que algo del 5 % de Iza se le traspase? Parecería difícil. Entonces, a dónde ver, porque a González ese 5 % de Iza casi le pondría la banda, mientras que los votos de Andrea González le son insuficientes a Noboa.

Pues hay un buen 7 % de votación nula y 2 % de blancos que están ahí. ¿Por qué esos electores no se decantaron por las dos grandes candidaturas o por las microscópicas? Si bien la legislación nacional no los diferencia, en doctrina electoral sí: el blanco equivale a un “me da igual” y el nulo es el clásico “rechazo a todos”. Obviamente a González no le estorbará que esa votación nula y blanca se quede ahí mismo, pero a Noboa no, salvo que no tenga interés en ganar. Noboa, entonces, no puede pretender que el discurso anti-Correa basta o que la gente le va a agradecer su gestión y listo. Eso es tomar a la ligera una elección y le entrega, en bandeja, el triunfo a la rival que tampoco se creerá que ese 44 % es voto correísta, si no, en buena parte, un electorado que no tuvo para dónde más ver. Pero bueno, a los políticos les gusta creerse el cuento. El problema es que esa creencia la lleva, luego, cuando ejerce el poder, pretendiendo o queriendo pretender que tiene más apoyo que el que realmente tiene.

Hay que considerar que esta primera vuelta tuvo un innegable sabor a segunda vuelta, con mucho voto ‘útil’ y, por añadidura, con mucho voto negativo: ¿cuántos votaron por Noboa o por González, no por ellos, sino en contra del otro candidato? La misión de ambos, entonces, no es seguir con el discurso que convenció a ese electorado que ya votó por ellos, si no por el que el que no lo hizo, por lo que el silencio y el mero ‘tarimeo’ en vivo o en TikTok, ya no sirve, así como tampoco las entrevistas al estilo Suso, aunque eso afecta más a Noboa que a González. ¿Y el debate? Ya veremos.