Rafael Oyarte: Bases militares y seguridad del Estado

Sigamos nomás pensando que no debemos financiar nuestra defensa, que otros deben ayudarnos y que con una base basta
Considero torpe la prohibición absoluta a instalar bases militares extranjeras en territorio nacional establecida en la Constitución, porque el futuro puede deparar la necesidad de aceptarlas, como ocurrió en 1942 frente al incontenible avance japonés en el Pacífico (sumado el descalabro del 41 con el Perú), por lo que se instalaron bases estadounidenses en Salinas y Galápagos. Pero colocar una base no es la solución mágica al problema delincuencial que asuela al país y, menos aún, que se lo tenga como una fórmula para que sigamos siendo irresponsables y descuidados con nuestras Fuerzas Armadas y de Policía. En Manta funcionó un puesto de operaciones avanzados para la lucha contra el narcotráfico y no una base extranjera.
Una base militar no va a remplazar a 50 mil policías, ni a 40 mil soldados, marinos y aviadores, ni va a sustituir la seguridad del Estado, que nos corresponde a los ecuatorianos y es de nuestra propia responsabilidad. Si así fuera, en 1959 no hubiesen triunfado las milicias castristas contra las fuerzas regulares cubanas que sostenían a Batista, que era apoyado por EE.UU. Bastaba, entonces, que Eisenhower ordenase a las fuerzas estadounidenses estacionadas en Guantánamo para aplastar la rebelión; ni hubiese sido necesario para Kennedy ordenar la Operación Zapata, que culminó con el desastre de Bahía de Cochinos, para derrocar al régimen.
Se dice que en Colombia hay siete bases estadounidenses, lo que no es preciso. Ese país está adquiriendo 16 aviones de combate Gripen a Suecia. Perú también renovará su aviación supersónica, probablemente con los franceses Rafale. Nosotros creemos que con nuestros pocos turbohélices Supertucano ya tenemos. La última gran adquisición de nuestra Armada fue en 2007 con la traída de los ahora BAE Eloy Alfaro y BAE Morán Valverde, dos fragatas que servían en la Armada de Chile. Del Ejército mejor ni hablar.
Sigamos dependiendo de nuestra buena suerte y de la voluntad de otros de no agredirnos, porque si vamos por la seguridad interna, nadie nos salvará (y no tienen por qué hacerlo) si nos dirigimos al destino de Haití. El Salvador dirige su política antidelincuencial sin una base extranjera, que sí hay en Honduras. Sigamos nomás pensando que no debemos financiar nuestra defensa, que otros deben ayudarnos y que con una base (si se supera la prohibición constitucional) basta.