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Rafael Oyarte | Candidatos sin apoyo

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Es que si el partido no respalda a su candidato, menos aún lo hará el electorado

En nuestro país no es extraña la abundancia de candidaturas presidenciales. Lo extraño, por no decir anormal, es que de 16 candidatos, 12 no lleguen ni al 1% en su votación y que el tercero solo alcance el 5 %, siendo superado por el nulo (casi 7 %) y los otros por el blanco (2 %). Pero algo que sí están distinguiendo las últimas elecciones es ese fenómeno de candidatos sin partido y de partidos sin candidatos, por lo que, en un gran número de casos, la nominación de postulantes fue eso: buscar un roto para un descosido. Porque el partido necesita sacar votos en elecciones pluripersonales para supervivir y, para lograrlos, requiere el ‘arrastre’ de un candidato presidencial. Asimismo, si alguien cree que puede ser presidente o, quien sabe, quiere poner en su currículum que fue candidato presidencial, necesita de un partido o movimiento político para postularse, más aún si su tienda política natural los tenía como simples segundones a quienes se los puede ignorar sin más. Si a ello se agrega que la campaña no la pagan (totalmente) los candidatos y sus partidarios, sino la generalidad de ciudadanos a través del financiamiento público, pues vamos.

Tampoco vamos a sostener que todos los candidatos eran tan malos que ni podían ser votados sino por la familia y por los amigos. Es que si el partido no respalda a su candidato, menos aún lo hará el electorado. Lo de la Izquierda Democrática es rayano con la indecencia: dos días antes de los comicios su presidente se atrevía a convocar a sesiones para decidir su postura en segunda vuelta, dejando a su binomio en la estacada. Un candidato, por bueno que sea, no puede lograr apoyos en soledad. Esto habla de la destrucción del sistema de partidos, pues los movimientos con nombre de yogur que tenemos ahora no lo son, en lo absoluto.

Mientras no tomemos el toro por los cuernos y volvamos a organizar partidos políticos en serio, con ideología manifiesta y no el chiste que tenemos ahora, en que las cosas, en el mejor de los casos, las decide el ‘gerente propietario’ de la organización, el sistema seguirá despeñándose. Al menos hay que evitar cosas inaceptables y que se deben cortar de raíz, como es eso de que movimientos políticos locales pueden presentar o auspiciar candidaturas nacionales (presidente y asambleístas).