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Rafael Oyarte: Candidatos vicepresidenciales

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Los constituyentes han intentado que un segundo mandatario sea, realmente, el colaborador inmediato del jefe del Estado

Se viene otra elección presidencial y la pregunta es cómo se habrá escogido a los candidatos vicepresidenciales. La ley obliga a que los binomios sean de sexo distinto, lo que se suma a la tradición electoral del ‘equilibrio regional’; es decir, si el candidato presidencial es costeño, el vicepresidencial debería ser serrano, o al menos parecerlo, y viceversa.

Los constituyentes han intentado que un segundo mandatario sea, realmente, el colaborador inmediato del jefe del Estado. Así, para impedir que el elector escoja rivales (como Velasco Ibarra y Zavala Baquerizo en 1968), desde la Constitución de 1978-79 se deben elegir en la misma papeleta y, para evitar que en caso de falta del segundo mandatario la Legislatura lo escoja sin importar la falta de afinidad ideológica (Hurtado y León Roldós en 1981), desde la reforma de 1996 se lo hace de una terna presidencial. Pese a ello abundan los casos de desencuentros entre los dos mandatarios electos: unos por temas específicos, como León y Blasco, luego del Taurazo, y Sixto y Dahik, luego de los gastos reservados; y otros al poco tiempo de asumir: Abdalá y Rosalía, Mahuad con Noboa, Lucio con Palacio y Lenín con Glas, e incluso antes de posesionarse, Noboa con Abad. Las excepciones: Borja con Parodi y Correa con Lenín y luego con Glas.

Entender la importancia de la Vicepresidencia solo desde la óptica electoral (que atraiga votos o al menos que no los reste), y no lo que viene después, en el ejercicio del poder, en que deberá cumplir la importantísima función de reemplazar al presidente en caso de falta temporal o definitiva. ¿Se los escoge para ese eventual reto o solo para cumplir con tener binomio sin pensar en las consecuencias? Y no me refiero al “conspirador a sueldo” del que hablaba Velasco Ibarra, sino a algo que ha ocurrido con presidentes que han muerto en el poder (García Moreno, Emilio Estrada, Aurelio Mosquera y Jaime Roldós), los infaltables golpes de Estado, alguna destitución (Martínez Mera), a más de las cesaciones (Bucaram, Mahuad y Gutiérrez). ¿Se les podrá asignar funciones o serán una pesadilla, como le ocurre a Noboa con Abad?

Podemos debatir por enésima vez si ya no debe existir la Vicepresidencia, como no la hay en Chile y México, y no la hubo en seis de nuestras 19 Constituciones, pero la cosa es que la hay y no se puede escoger así no más.