Rafael Oyarte: Debate y no farsa
Ahora parece que basta con hacer un buen ‘media training’ y luego a rogar que nuestro petróleo se venda a buen precio
Luego del debate que para las elecciones de 1984 tuvieron León Febres-Cordero y Rodrigo Borja Cevallos, vino una larga sequía de esos eventos que antiguamente eran voluntarios. Exponer con claridad las ideas y contradicciones entre las candidaturas se veía como algo necesario, que hacía falta, y por ello forzamos su realización obligatoria, so pena de la descalificación del candidato omiso, pese a que para las elecciones de 2006 ya habíamos tenido un debate en el que la payasada se comenzó a instalar.
Los resultados han sido penosos, no solo por el formato de los debates, sino por los candidatos que han demostrado que es cosa de pararse en el atril y, sin siquiera poder medio hablar, decir cualquier cosa. Y cualquier cosa es eso: tener todas las respuestas, incluso inventándose cifras y hechos, con el fin de hacer creer que todo está listo para que el enviado llegue y arregle el desastre de país que los mismos políticos se encargan de forjar.
Una pena, pero el problema es de fondo: ya no tenemos candidatos como León o Borja que, guste o no, no solo tenían consistencia ideológica sino conocimiento, inteligencia y oratoria. Hace rato tenemos, por lamentable regla general, a unos audaces dados a medio sabios que ni saben cómo está el país y peor cómo arreglar las cosas, pues simplemente desconocen los problemas, más allá de lo superficial. Ahora parece que basta con hacer un buen ‘media training’ y luego a rogar que nuestro petróleo se venda a buen precio, que llueva y muchas cosas más que no están en manos del gobernante, para dar la apariencia de que la marcha va bien. Si no, pues a raspar la olla.
Si los debates van a seguir siendo un simple formalismo hecho para que los candidatos hablen generalidades, y las preguntas, cuando no son previamente entregadas para que el postulante se lance de memoria un discurso hueco, solo hacen que esas peroratas se repitan hasta el cansancio, más allá de las tradicionales ‘raspadas’ que se lanzan los contrincantes para demostrar lo peor que es el otro respecto del uno. Del Consejo Electoral no espero nada bueno, pero ojalá que al menos se permita a profesionales organizarlo para que no sea otra farsa más en que nos ofrezcan acabar los apagones en un tris y con la delincuencia en dos, además de, obviamente, trabajo, educación, salud, productividad, desarrollo y mil maravillas más que, obviamente, la mayoría quisiera.