Rafael Oyarte | El Estado de Derecho y la calle
¿Se enseñan en las escuelas las elementales normas de tránsito a nuestros niños?
Es en la vía pública donde se puede reconocer el valor que un pueblo le da a la ley. Dos factores quedan en evidencia: el conocimiento y el respeto de la norma, pues su violación se da ora por ignorancia o bien por simple rebeldía. Los debates en redes sociales de conductores versus ciclistas, de peatones contra transportistas, de camioneros versus el resto del mundo, son constantes y se replican en las calles, reproduciendo nuestra vieja actitud de “ver la paja en ojo ajeno”. ¿Se enseñan en las escuelas las elementales normas de tránsito a nuestros niños? Cruzar la calle por el paso de cebra o por las esquinas y sin correr.
Si a conductores que tienen que aprobar exámenes para renovar su licencia se le van normas tan elementales como que el amarillo del semáforo no es para acelerar o que el Ceda el Paso también aplica en favor de peatones, imagine a un ciclista al que no se le exige nada para transitar por las calles: ir por las aceras, ciclear sobre el paso de cebra o creerse exento de respetar un semáforo, es pan del día. Si el motociclista con licencia cree que conducir entre carriles es correcto o que puede colocar la placa de costado o de cabeza, qué esperar del propietario de una moto eléctrica al que no se le exige nada, ni siquiera matricular el vehículo, porque existe un vacío (un cráter) en la ley.
Señales de tránsito que más parecen un adorno que otra cosa: a los letreros de No Estacionar, que parece que se anulan colocando las luces intermitentes de los vehículos, se añaden los pasos de cebra, que son un verdadero peligro para el incauto peatón, especialmente extranjero, que piensa que sirven de algo y que se libran de ser arrollados, sumándose el conductor que lo respeta y que, si se salva de no ser impactado por alcance, no se exonera de los improperios del que estima que esa pintura es un decorado. Por eso nuestras calles se llenan de los famosos “chapas acostados” o “muros”, y en nuestras carreteras abundan los dispositivos de “fotomultas”, varios de ellos dispuestos de un modo tal que, antes que mecanismos de prevención, son medios de recaudación.
Las campañas de educación vial son nulas. Que la gente tome conciencia sobre los efectos de incumplir la ley: muertos, heridos, daños materiales y pérdidas económicas, personas que pierden su libertad, parece no importar a nadie. ¿Estado de Derecho? Comenzar por la calle.