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Rafael Oyarte: Compromisos y silencios electorales

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No solo que a ningún candidato se le ocurriría decir que hay que subir impuestos, sino que hay que decir que no se los subirá

Estas elecciones quedaron, prontamente, reducidas a dos candidaturas. Es el acostumbrado tiempo de propuestas, esas que muchas veces se quedan en el tradicional ‘yo te ofrezco, luego, busca quien te dé’, pero también es época de silencios, cosas que se pueden pensar que no se pueden decir. Impuestos, IESS y dolarización son tres de esas cosas que nos recuerdan que, del dicho al hecho... Es que tomar el toro por los cuernos no es cosa que guste en un país que se pasa de elección en elección.

No solo que a ningún candidato se le ocurriría decir que hay que subir impuestos, sino que hay que decir que no se los subirá e, incluso, ofrecer rebajarlos. Correa ofreció reducir el IVA del 12 al 10 % y ahora González se habría comprometido con sus aliados de Pachakutik a hacerlo del 15 al 12 % (aunque un presidente puede disminuirlo al 13 % por decreto). Lasso tomó el “no más impuestos” de sus aliados socialcristianos, para, al posesionarse, presentar un proyecto impositivo que se publicó como decreto-ley (con el cándido apoyo del correísmo que se ausentó de la sesión antes de votar por la negativa del proyecto). De la eliminación del Impuesto a la Salida de Divisas, mejor ni hablemos.

Hay que fortalecer al IESS, es una frase que debería estar esculpida en piedra y bañada en bronce. Porque dar una alternativa al piramidal sistema de seguridad social, ni pensarlo en un país donde todo lo que suene, o se pueda hacer sonar, como ‘privatización’, es pecaminoso. ¿Qué quiere decir eso de fortalecer al IESS, más allá de implicar que se mantenga ese ente burocrático? Aumentar la edad de jubilación, pese a que aumentó la esperanza de vida, no es conversable, como no lo es aumentar los aportes no estatales. Y los que están fuera del sistema, ningunas ganas tienen de entrar a esa pirámide y con toda razón.

La dolarización no se garantiza con meras palabras y con la sola consagración del dólar en las normas o en la Constitución (esa que establecía al sucre, cuando dolarizamos). Ya ni siquiera se necesita imprimir papel moneda para salir de ella. Si llegan a faltar dólares físicos (como pasa en Bolivia, donde el dólar circulaba tan libremente como el boliviano) bastará que el superintendente o el Banco Central impidan a los bancos entregar cantidades mayores a $ 50 o 20 en billetes, haciendo que las transacciones sean casi solo electrónicas.