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Rafael Oyarte: Las encuestas

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A dos semanas de la elección parece decantada la cosa, salvo el lugar de los finalistas y de quién será el tercero

Hace rato que, como lamentable regla, las encuestas dan unas cifras que son pulverizadas por la realidad. Si en una consulta popular o en un referéndum donde las opciones son Sí o No, se han producido notables descalabros, no se diga en una elección presidencial donde hay 16 opciones. Así, vemos unas encuestas que llegan al extremo de dar como ganador en una sola vuelta a Noboa y otras que hacen lo mismo con González. La mayoría nos dicen que ellos dos irán, variando el orden, al ‘ballotage’, al extremo que parecería que la primera vuelta no pasará de ser una anécdota. Parece lo más seguro. Las explicaciones de que la encuesta no es la elección sino solo “la foto del momento” en que se encuestó, no satisface la pregunta de por qué tanta variación entre unas y otras. Y eso hace que la gente diga y crea que esos números son según quien las contrata. No recuerdo, si es que la hay, cuál fue la encuesta que, hace año y medio, ponía en segunda vuelta a Noboa. Las que lo hacían con González eran varias, con algunas que le daban el triunfo en una sola vuelta.

Algo pasa: o la gente no le dice lo que piensa al encuestador (voto vergonzante o cualquier otra anomalía) o las encuestadoras están haciendo algo mal. Porque esto no pasa solo en Ecuador. Resultados electorales absolutamente alejados a las proyecciones son ya el pan del día en el mundo, donde la sorpresa es, ahora, la regla. Mientras tanto, esa es la esperanza de los candidatos que se presentan como ‘tercera vía’ entre Noboa y González, esperando la sorpresa que, por lo chata de la campaña, no es tan probable, por lo que abundarían las tradicionales ‘candidaturas testimoniales’, salvo que alguno destaque por cualquier cosa, por más increíble que sea, o porque alguno de los ‘punteros’ incurra en una metida de pata monumental. Tal vez por eso las campañas los quieren tener lo más callados posible, porque acá, los imposibles electorales no existen.

¿El debate presidencial, si ese intercambio de ideas inconexas puede tener ese nombre, cambia las cosas a tal extremo que modifique las cifras? A dos semanas de la elección parece decantada la cosa, salvo el lugar de los finalistas y de quién será el tercero, con harta distancia, por lo que, aparentemente, no habrá escandalosas sorpresas que dejen tan mal paradas a (todas) las encuestadoras.