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Ricardo Arques: Se busca a Eliot Ness

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Ecuador no enfrenta tanto a un crimen organizado externo, sino a la poderosa mafia interna que lo ha engendrado desde el corazón del Estado

Era lógico que las primeras revelaciones de la fiscal Diana Salazar mostraran solo la punta del iceberg de un narco-Estado; que asomara su profundidad casi de inmediato no era tan previsible. La fugas de alias Fito y de alias Capitán Pico, el asalto a TC, los motines carcelarios y la debacle reciente que ha vivido el país sacan a la luz importantes evidencias. Primera: que la penetración del narco en la política tiene tan largos tentáculos que ya está dentro de la nueva estructura de gobierno. Segunda: que el hampa ha tejido infraestructura suficiente para ocultar a sus cúpulas, burlar a los perseguidores y provocar terror de forma coordinada y brutal como estrategia de presión. Tercera: que el sistema de seguridad y protección del Estado hace aguas sin un engranaje limpio que lo sustente. Alias Fito se fugó de la cárcel por una filtración en el entorno del Gobierno y los tres mil agentes encargados de buscarle, según las cifras oficiales, no han dado con su paradero. El narco ha presentado al país sus credenciales con un caos incontrolable, sobre un desbarajuste total al que también suma la delincuencia común por un efecto de arrastre. “Es una guerra”, ha decretado el presidente ante la violencia extrema que se ha visto y que se espera. La grandilocuencia de declaraciones y gestos no ha tardado en salir a la escena. El propio Daniel Noboa ha desafiado a las mafias a “ser valientes y enfrentarse cara a cara con los militares”, mientras la controvertida Asamblea ha hecho el correspondiente anuncio de unidad contra el enemigo. Son detalles plausibles para el ánimo nacional, pero que no completan la realidad ni el foco del problema. En el fondo, Ecuador no enfrenta tanto a un crimen organizado externo, sino a la poderosa mafia interna que lo ha engendrado desde el corazón del Estado. Si muerto el perro se acabó la rabia, como dice el probado refrán, no basta con implementar nuevas medidas de fuerza, hay que apuntar, sobre todo, a la depuración interna con actores incorruptibles al estilo de Eliot Ness y sus Intocables. Nada de esto se ha dicho durante la declaratoria de guerra.

Descentrar el punto de mira equivoca el diagnóstico y yerra las soluciones: esto no es la lucha de buenos contra malos en trincheras diferentes, es la guerra dentro de una sola, con los enemigos emboscados y mezclados. Asusta, por tanto, que entre lo vivido y lo que nos espera aún se apunte a la fiscal general, única que del lado de la Justicia ha venido limpiando las cloacas del Estado donde se alimenta el crimen organizado.