Ricardo Arques: Los héroes de la página 4
La 'participación comunitaria' que impulsa el presidente, eje maestro del Plan, echa a andar entonces por un camino ciego
Mientras el Plan Fénix ha visto la luz: “Con éxito”, ha dicho su inspirador el presidente Noboa, en las áreas del país más castigadas por la violencia se muestra cautela. Hay tres sectores de la Zona 8, el de Nueva Prosperina, el de Durán y el del Sur, que han cerrado el año con más de 100 crímenes por mes, el récord nacional en delincuencia y en el pódium de la criminalidad en América. Este tipo de datos valen para revelar quién es quién en las estadísticas, pero ni la más completa de las palabras, ni la más redonda de las cifras, tienen suficiente fuerza para describir el estrés y la angustia que cargan las gentes de bien que habitan estos barrios.
Parece indispensable, en conciencia, hacerse cargo de ese estado emocional antes de tomar cualquier decisión contra los criminales. Probablemente las gentes de por ahí no tienen oportunidades de hacerse oír, y sin embargo, es imprescindible escucharlos. Conmueve e ilustra haber leído en la página 4 de este diario las inquietudes de tres de sus líderes en las vísperas de fin de año. Ha dicho el presidente Noboa en su plan que “sin la participación comunitaria en zonas calientes no se podrá prevenir ni reducir la violencia”. Dicen los líderes que “ninguna autoridad se ha puesto en contacto con ellos”.
Subyace de aquí la primera duda sobre Fénix: ¿Tendrá el plan vocación real de frenar la violencia, o será otro pantallazo para simular que se hace algo en el problema que más preocupa a los ecuatorianos? Las declaraciones a EXPRESO de los tres líderes suponen por su sencillez una atinada y certera radiografía sobre seguridad y prevención, en claro contraste con los incontables análisis técnicos a los que les sobra papel y les falta roce con el drama de la calle. Piden educación familiar y empleo para que los jóvenes rechacen la vía fácil y muy cercana de la delincuencia, reclaman presencia de la autoridad en sus calles y claman por discreción absoluta en la colaboración ciudadana.
Por las investigaciones del narco-Estado no confían en nadie, de modo que aportar datos personales en las denuncias es inviable por seguras represalias. “Por aquí todos nos conocemos”, dicen y temen. La 'participación comunitaria' que impulsa el presidente, eje maestro del Plan, echa a andar entonces por un camino ciego. No parece tan difícil entender a los barrios pobres, el germen de delincuencia que acaba en los barrios ricos. Quieren que haya Estado, que el Estado sea confiable y que la seguridad del Estado cuide igual que a todos de su prosperidad y sus sueños.