Roberto Aguilar: Un candidato a cargo de una crisis
El Gobierno administra la crisis energética tratando de posponer indefinidamente las decisiones impopulares
Lo peor de los apagones es no saber qué ocurrirá el día de mañana; esta sensación de incertidumbre que nos impide planificar incluso las rutinas más básicas, no se diga ya la jornada de trabajo o las actividades relacionadas con la producción, y que se origina en la incapacidad que han demostrado las autoridades del Gobierno para hablarnos claro. Las autoridades del Gobierno, que no el presidente: él ni siquiera nos habla. No de esto. Él está en campaña, así que todo se maneja como si no estuviera involucrado. Porque, claro, los ecuatorianos somos una cuerda de pendejos. Así, a la catástrofe de la crisis eléctrica se suma la desgracia de tener un candidato a cargo de enfrentarla. Un candidato que gobierna con las encuestas electorales en la mano y la absurda ilusión de que todavía está a tiempo de dorarnos la píldora. Que nos trata como a niños, haciéndonos promesas imposibles de cumplir, con la esperanza de que las olvidemos a la vuelta de la esquina.
“No habrá apagones”: lo juraron y lo rejuraron hasta 24 horas antes de cortarnos la luz. El ministro de Gobierno, Arturo Félix Wong, que no tiene la más pálida idea de qué diantres es eso del bien común ni se hace una remota idea de en qué consiste la cosa pública, estaba dispuesto a batirse en duelo con quien dijera lo contrario. “No habrá apagones”. O bien: “es un corte de energía por mantenimiento”. O peor: “fue un boicot”. Miénteme bonito, como dice la canción. Convencido de que así mismo es la vida, el Gobierno administra la crisis energética pedaleando hacia adelante, tratando de posponer indefinidamente las decisiones impopulares con la vaga (y vana) esperanza de no tener que adoptarlas nunca. Y como se le da muy mal eso de rendir explicaciones, pues no las rinde.
Colapsa Mazar y el Gobierno reacciona como si fuera una eventualidad no contemplada en sus cálculos, una tragedia que era imposible de prever, una calamidad inesperada. Se reúnen con urgencia las mesas técnicas y los comités de crisis y deciden cambiar las medidas anunciadas, alterar el horario de apagones, mandar por el caño la precaria planificación que más o menos lograron hacer, desde el último cambio, los ciudadanos que viven de su trabajo. Se apresura el ministro de Energía a grabar una cadena que empieza a circular en redes sociales como de manera vergonzante, y dice que se han visto obligados a incrementar la duración de los cortes de energía porque el nivel de la hidroeléctrica Mazar se encuentra cerca de su límite mínimo, como si no lo hubiera estado ya cuando establecieron los cortes anteriores. Y luego presenta su renuncia, que es lo mejor que ha hecho.
La nueva ministra encargada, Inés Manzano, persona sensata y con sensibilidad por lo público, que es más de lo que se puede decir del propio presidente, tiene en sus manos la posibilidad de enmendar esta situación.
Hablarnos claro, contarle al país la verdadera dimensión de la crisis y planificar los racionamientos sobre la base de esa información, no solo es un elemental gesto de respeto por los ciudadanos que Daniel Noboa ha omitido sino que termina siendo la política menos gravosa para el país. De esta crisis solo podremos salir juntos. Y lo primero que necesitamos para permanecer juntos es saber a qué atenernos.