Roberto Aguilar | Carondelet en Bruselas
En todo se pueden pelear el Gobierno y el correísmo menos en lo que de verdad importa: el control de la justicia
Mientras fingen una ruptura irreconciliable, el Gobierno y el correísmo coinciden, convergen y convienen en un punto central de la agenda política, quizás el más importante de todos: el control de la justicia. Ese punto que comparten estos supuestos enemigos que no lo han sido nunca, tiene nombre y apellido: Mario Godoy, candidato ungido por Daniel Noboa para la presidencia del Consejo de la Judicatura.
Mario Godoy: hasta hace poco procurador de Petroecuador, uno de los cargos más apetecidos de la troncha jurídica nacional; abogado de los hermanos Larrea, célebres narcotraficantes detenidos en Estados Unidos; hombre del círculo de confianza de Maribel Barreno, la cómplice de Wilman Terán e integrante de la Judicatura con suspensión temporal mientras afronta un proceso penal por obstrucción de la justicia. Barreno, la amiga del presidente que será llevada a juicio político por la Asamblea y a quien el oficialismo no tiene que preocuparse por absolver, porque ya lo harán los correístas. De ahí viene este Mario Godoy a quien Noboa y Correa quieren al frente de la Judicatura para que nombre a los jueces de la Corte Nacional que les servirán, a este para revisar sus sentencias de corrupción, a aquel para administrar sus chorrocientos casos contra la familia Goldbaum y tantos otros. Pueden pelearse en los demás, nunca en lo importante.
En eso estaban cuando el CPCCS que creían controlar, en un descuido, les dio el esquinazo: y no precisamente por intervención de Esteban Guarderas, ahora consecuente con los intereses de Noboa. Resulta que, aprovechando una licencia por paternidad del consejero Augusto Verduga (uno de los correístas a quienes la impresentable Diana Atamaint permitió llegar a un cargo vedado para los partidos políticos), el presidente Andrés Fantoni puso en marcha los mecanismos de la elección. Este lunes, el Pleno del CPCCS designó como presidenta del Consejo de la Judicatura a Dunia Martínez, una académica sin conexiones con partido político alguno (por más que el trolerío nobocorreísta le endilgue parentescos no deseados). La conmoción sacudió cual onda sísmica desde Carondelet hasta Bruselas.
Lo que vino a continuación fue el habitual despliegue de indecencia política de los protagonistas de esta historia: se forjó un video (que los registros oficiales de la sesión desmienten) para acusar a Fantoni de haber impedido votar a la consejera correísta Nicole Bonifaz; se recurrió (¡con el patrocinio de funcionarios de la Judicatura!) a la consabida acción de protección para impedir que la Asamblea posesione a Dunia Martínez en el cargo (cosa que debería ocurrir hoy); se activó a la comisión de Fiscalización de Pamela Aguirre (siempre dispuesta a los trabajos sucios) para poner en vereda al CPCCS y presionarlo: fueron llamados a comparecer los integrantes de ese organismo y, con el único argumento del video forjado (admitido como válido desde el minuto uno) se los amenazó con llevarlos a juicio político si no reconsideraban la elección. Hasta les dijeron cómo debían interpretar sus propios reglamentos para admitir en esa reconsideración la presencia de Verduga, que no debería participar porque no estuvo en la votación original. A nadie le conmoverá, pero vale la pena anotar que la de este miércoles fue probablemente la sesión más sucia de la historia de la Comisión de Fiscalización. Es decir: vomitiva de verdad. Ahora solo hace falta sentarse a ver cómo se cumplen los designios del nobocorreísmo. O esperar un repentino arrebato de decencia, un acceso de dignidad, un ataque de vergüenza, es decir, casi un milagro que lo impida.