Roberto Aguilar | Ella se crispa, todos pierden
Inés Manzano se arremanga y se agarra a coscorrones con el alcalde Álvarez
Quizás Inés Manzano tiene la razón. Pero la pierde. Y el espectáculo es penoso. Muy distinto al que ella cree.
Si son ciertos (aunque ya hubo quien los puso en duda) los datos que ha dado sobre la contaminación de coliformes fecales en las plantas de tratamiento de aguas residuales de Guayaquil, que vierten su caudal al río Daule, la situación es escandalosa. Un verdadero atentado contra la naturaleza y contra la salud pública por simple ineptitud o negligencia, y del alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez, hay motivos suficientes para creer ambas cosas y otras aun peores. Por eso tiene la razón Inés Manzano. Pero la pierde porque, en lugar de limitarse a tomar las medidas correctivas que están a su alcance en su condición de ministra de Ambiente, y a comunicarlas con sobriedad y firmeza, es decir, en lugar de comportarse como una adulta con poder, se arremanga y se agarra a coscorrones con el alcalde en el lodazal tuitero. Con el alcalde, con quienes defienden al alcalde y hasta con los diarios que publican (porque para eso están) lo que el alcalde dice. Y en ese empeño no se ahorra ninguna de las miserias propias de la red social: la displicencia, la petulancia y el prurito de pretender alzarse con la última palabra. Pecados todos ellos doblemente condenables en un secretario de Estado.
Uno ve comportarse de esta forma a Inés Manzano y se interroga sobre sus motivaciones. Mala cosa, porque las motivaciones son el alma del servicio público. Se podría pensar, para justificarla, que ella pierde los papeles por la pasión que entrega en la defensa del agua. Pero no. Uno vuelve los ojos al macizo del Cajas, en la provincia del Azuay, donde los técnicos de la empresa de agua potable más eficiente del país, ETAPA, están denunciando el fraudulento estudio de impacto ambiental con el que una minera canadiense pretende obtener su licencia de operación a fuerza de subestimar los daños, y ahí la ministra no dice esta-boca-es-mía. Deja que hable a su nombre una viceministra con la cabeza formateada en la cuadrícula de la burocracia y sin los recursos verbales para expresar una idea por fuera de la jerga oficinesca. ¿Dónde quedó la pasión por la causa del agua? Una vez que se duda de las motivaciones, se duda de la ministra. Y parece evidente que si esta se agarra a coscorrones con el alcalde de Guayaquil no es por el agua, sino por las agendas políticas de su gobierno.
Displicencia, petulancia y pretensión de alzarse con la última palabra: “¿No será que en vez de llorar asuma su cargo con responsabilidad?”, dice Inés Manzano en respuesta no a Aquiles Álvarez, sino a este Diario que publicó lo que Aquiles Álvarez dijo. Cuando una funcionaria que siempre ha lucido racional y dialogante, profesional y adulta, incurre en semejantes vicios colegiales, quizás es hora de parar un poco y hacer una evaluación de daños. Porque lo único que consigue Inés Manzano es devaluar su ministerio. Y su ministerio no es suyo, es nuestro. Además, da papaya, porque puestos a pelear en X (antes Twitter) no hay manera de salir ganando. ¿De qué sirve tener poder si no se lo puede ejercer con la boca cerrada? Lo que sigue, según este modelo de crispación que la ministra ha hecho suyo, es que Aquiles Álvarez le conteste con una impertinencia y ella le ponga una denuncia por violencia política de género. Se pensaría que no es su estilo, pero ya no se sabe.