Roberto Aguilar | Diana Salazar vs. resto del mundo
Son cómplices, no hay otra explicación. Se han aliado con el partido que defiende a los narcos y no les queda sino disimular y cubrirles las espaldas
La buena noticia es el coraje de Diana Salazar. La mala, la pequeñez (moral, intelectual, humana) de nuestras autoridades políticas: con la Asamblea Nacional en pleno por delante y el presidente de la República incluido. No solo son incapaces de interpretar en lo político el decisivo momento judicial desencadenado por la fiscal con el caso Metástasis y ofrecerle (en los hechos, no en las palabras) un acompañamiento y un respaldo efectivo, sino que no terminan de descartar la idea de sacrificarla si la coyuntura, el juego de los intereses y las exigencias de sus socios lo requieren. Taimados intrigantes con agenda oculta y absoluta indolencia por las causas del país, pueden echarlo todo a perder en cualquier momento con tal de salir a flote.
Haber armado durante más de un año un caso sólido que por primera vez ataca el corazón de la narcopolítica, que es el corazón del drama nacional. Haber investigado y encontrado evidencia suficiente para vincular a jueces, fiscales, políticos, policías, un ex director nacional de las cárceles, un presidente del Consejo de la Judicatura que se encontraba montando un proceso fraudulento para alzarse con la Corte Nacional de Justicia en complicidad con políticos corruptos y delincuentes prófugos... Haber puesto al descubierto el esquema de corrupción más grande de nuestra historia, comparable solamente con un par de operaciones similares en el mundo. Haber puesto el dedo en la llaga de nuestra descomposición social, nuestra violencia crónica y nuestra miseria moral como nación... ¿Para qué? ¿Para que un jefe de Estado desprovisto de toda consistencia intelectual e incapaz de valorar siquiera el pedazo de tierra que está pisando se desentienda de la dimensión política del caso? ¿Para que una Asamblea lumpenizada y llena de analfabetos funcionales, trepadores y oportunistas lo utilice como moneda de cambio en el juego sucio y secreto de sus componendas?
Aquí nadie está a la altura del momento. El momento exige definiciones y nuestra casta política está hecha de seres indefinidos, resbaladizos, sinuosos, acomodaticios. El momento exige firmeza y nuestros políticos, ligeros y volubles, están entrenados para flotar. Es un momento de confrontación y por todo lado no hay sino fariseísmo y mojigatería buenoide. Fíjense nomás en Henry Kronfle, viscoso y gris, calculando los tiempos y midiendo las palabras para aparentar que respalda a la fiscal mientras la conduce al matadero de su juicio político, con lo cual quiere complacer a sus aliados y… flotar, medrar, trepar, que es lo suyo. Porque ni siquiera esa elemental protección, ese blindaje básico que se requiere para batirse contra el más artero y peligroso de los enemigos, el crimen organizado internacional y la narcopolítica, están dispuestas nuestras autoridades a brindar a Diana Salazar. Ella, librando por nosotros la batalla más decisiva de la nación; Kronfle y los suyos, el mismo Noboa y su bancada en la Asamblea, permitiendo que sus propios aliados la expongan y la lapiden. ¿No deberían cerrar filas para protegerla? Pero dicen que la respaldan. Porque han despachado una declaración retórica y han hecho un saludo a la bandera.
Son cómplices, no hay otra explicación. Se han aliado con el partido que defiende a los narcos, al que entregaron nada menos que las comisiones de Justicia y Fiscalización de la Asamblea, y no les queda sino disimular y cubrirles las espaldas. De sus buenas relaciones con ellos depende todo lo que son, todo lo que tienen. Gracias a ellos Henry Kronfle se regodea en su carguito (en diminutivo porque lo ocupa él, no por otra cosa) y Daniel Noboa acaricia la idea de la reelección en 2025. Y para eso viven. ¿Cómo pedirles definiciones políticas, si ya están definidos?