Roberto Aguilar: La FIL con los mojigatos
Son incapaces, en su ignorancia, de practicar esa simple distinción que el comediante Ricky Gervais explica
La Feria del Libro de Quito acaba de cancelar a un humorista. Lo hizo de manera vergonzante, casi secreta, sin ruidosos anuncios ni anatemas. Simplemente, canceló un evento que había sido anunciado y evitó, así, que el humorista en cuestión tuviera la oportunidad de hablar. Pero nadie sabe quién tomó la decisión: si la secretaria de Cultura, Valeria Coronel; o los curadores de la feria, María Auxiliadora Balladares y Juan Cárdenas; o el director de la Red Metropolitana de Bibliotecas, Santiago Vizcaíno; o todos ellos. Ninguno de ellos dio la cara, quizá porque entienden la vergonzosa dimensión de lo que significa que una feria del libro mande a callar a un humorista.
El evento cancelado (en el doble sentido del término) fue la conversación sobre “chats, tecnologías y nuevas realidades” que, a propósito de la novela “Chat grupal”, de José Hidalgo, se disponían a mantener con el autor los comediantes Iván Ulchur y Pancho Miñaca, conocidos artistas de ‘stand up comedy del país’. El objeto de las represalias oficiales es Ulchur. ¿Por qué? Esta es la mejor parte: por un chiste sobre Palestina que, días atrás, había despachado al alimón con el también comediante Ave Jaramillo en un podcast de humor que hacen juntos. Contaba Jaramillo, en ese podcast, su experiencia de serrano en Guayaquil, y decía que la vida de barrio, en esa ciudad, es más atractiva que en Quito. Ulchur le preguntó si cambiaría esa vida por la de un bunker en Israel. “La vida de barrio en Israel debe ser muy densa”, respondió el Ave entre risas. Es curioso pero esta parte no molestó a nadie. Fue cuando Ulchur replicó que “hay mas vida de barrio en Gaza”, que los inquisidores sacaron las uñas. “No hay vida”, zanjó Jaramillo, y fue el acabose. Las redes estallaron. La izquierda identitaria estaba ofendidísima (que resulta ser su estado natural de vida). Para hacer corta la historia, el Comité Unitario de Solidaridad con Palestina pidió a los organizadores de la FIL que Ulchur fuera excluido de su programación. Y la FIL les dio gusto.
Se juntaron todos los fantasmas: el pensamiento libre, por el que profesan una proverbial desconfianza aquellos que no lo ejercen; la ironía, que mal entienden quienes poco leen; y la risa, que los espíritus religiosos (y la izquierda identitaria es cuestión de fe) encuentran pecaminosa y moralmente reprochable: como los monjes de ‘El nombre de la rosa’, que los organizadores de la FIL debieron leer.
Las peroratas sobre los-límites-del-humor que soltaron los ofendidos estaban fundadas sobre un error de bulto: la idea de que no se puede hacer humor sobre la guerra. ¿Acaso nacieron ayer estas criaturas y no han leído un libro en su puñetera vida? Son incapaces, en su ignorancia, de practicar esa simple distinción que el comediante inglés Ricky Gervais explica pedagógicamente en sus espectáculos: una cosa es el tema del humor y otra su objetivo. Sí, es moralmente reprochable el humor que tenga por objetivo a las víctimas de la guerra, es decir, que se cebe en ellas. Pero en cuanto al tema, el humor no conoce límites. Se puede hacer humor sobre la guerra, sobre la violencia de género, sobre la pedofilia, sobre el racismo... Basta con que ese humor no explote a las víctimas. Y el chiste sobre Israel y Palestina de Ulchur y Jaramillo no lo hace.
“En Gaza no hay vida”. Si la manada de inquisidores tuviera dos neuronas o fuera mínimamente alfabetizada podría leer ese chiste incluso en clave de denuncia contra la ofensiva israelí. Pero son demasiado estúpidos para eso. Lo suyo se limita a escandalizarse por la risa. ¡La risa es peligrosa! ¡La risa debe ser proscrita! Que la Feria del Libro, que está ahí para enseñarnos a leer, para invitarnos a pensar, termine respaldando las pretensiones de semejantes cretinos, es una de las peores noticias del año. La cultura está en las peores manos.