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Roberto Aguilar | Lasso habla demasiado pero no miente

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Cuando se siente a redactar el proyecto, Xavier Lasso se dará cuenta de que la Corte ya se le adelantó y lo prohíbe

Al asambleísta electo Xavier Lasso, correísta de los más duros, hay que agradecerle la candorosa (por no decir tontuna) franqueza con que reveló sus planes: “cuando vaya a la Asamblea -dijo en una entrevista con un fan- voy a trabajar una ley de comunicación”. Claro que lo honesto habría sido decirlo antes de que lo eligieran. Aun así, parece que para el correísmo era importante mantener el secreto hasta después de la segunda vuelta, para evitar que el asunto se convirtiera en tema de debate de la campaña. Lasso se adelantó y la echó a perder. Tuvo que salir la reelecta Viviana Veloz, presidenta de la Asamblea, a apagar el incendio: “Hasta el momento nosotros no tenemos ninguna postura”, dijo. “Hasta el momento”. La verdad es que sí la tienen, otra cosa es que no la quieran hacer pública (por el momento). El expresidente prófugo, que es quien manda, lo dejó muy claro en una conferencia que ofreció en una escuela virtual de formación política. El video se filtró y es bastante revelador: “si ganamos, si volvemos al poder -dijo ahí- hay que volver a tener esa ley de comunicación”. La opinión de Luisa González, claro, no cuenta para nada. No es sorpresa.

Que los medios de comunicación no puedan atacar al correísmo; que estén obligados a cubrir ciertas informaciones y prohibidos de dar espacio a otras; que se comprometan con la verdad (tal como será definida por quien tenga la sartén por el mango, porque no hay otra posibilidad)… Eso es lo que quiere lograr Xavier Lasso, según confesión propia, con su ley de comunicación. La va a tener difícil. La última vez que los correístas pretendieron aprobar un texto similar fue en octubre de 2022 y la Corte Constitucional les dijo lo que todo el mundo sabe: que están orates. Básicamente, todo lo que propone Lasso (o lo que prefigura en sus declaraciones) es inconstitucional. Lo entenderá cuando se siente a redactar su proyecto de ley y se dé cuenta de que no puede salirse de los parámetros establecidos por la sentencia de la Corte, que la dictó Enrique Herrería en calidad de juez ponente y es magnífica: para empezar, que el derecho a la opinión no está sujeto a responsabilidad ulterior, es decir, que no hay “excesos de opinión”, como creen quienes quieren controlarla. Además, que sólo los ciudadanos (no los partidos, menos aún el Estado) son titulares de los derechos al honor, a la réplica y a la información. Más aún: que nadie puede obligar a un medio de comunicación a difundir un contenido que él no quiera. Y sobre todo: que la idea de condicionar el trabajo del periodismo bajo el pretexto de comprometerlo con la verdad, como pretende Lasso, es una “fuente de grandes abusos” y una forma disimulada de censura. Más claro: las pretensiones de Lasso son ignorancia pura. Se curará leyendo. Y le toca.

El problema no son las pretensiones de Lasso sino las del expresidente prófugo. Cuando él habla de aprobar una ley de comunicación no está pensando en las fruslerías que se le ocurren a su asambleísta, qué va, él va mucho más lejos. Lo que propone (y lo dijo en su escuela de formación política) es revolucionar la estructura de propiedad de los medios para quitárselos a los privados. Lo que él quiere es, directamente la vía cubana. En Cuba solo hay dos periódicos: el Granma, órgano oficial del Partido Comunista, y el Juventud Rebelde, órgano oficial de las Juventudes del Partido Comunista. Y la televisión y la radio estatales. Punto. Eso quiere este troglodita y por eso es importante mantener el secreto hasta después de las elecciones, para que nadie tenga tiempo de asustarse y votar en contra. Ya que ADN ha comprometido su oposición al proyecto de ley de comunicación, está claro que la peor opción de esta segunda vuelta es la correísta. Y que Xavier Lasso es un tonto útil y peligroso.