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Roberto Aguilar: Muentes halló su pinche ideal

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Finalmente Orlando Pérez se ubicó en el papel que por natura le corresponde: pinche de cocina del sanduchero Pablo Muentes

De las múltiples ocupaciones que su proverbial rastacuerismo le ha procurado (secuestrador, presunto dinamitero, cheerleader de fraudes constituyentes, pegador de mujeres, novelista mediocre, propagandista de partido con plata pública...) ninguna le sienta mejor a Orlando Pérez que aquella que se impuso esta semana ante la nueva emergencia judicial de sus amigos: la tarea de troll y chupamedias encubierto de Pablo Muentes. ¡Pero si nacieron el uno para el otro! Nomás vístase al primero con el pringoso delantal de sanduchería porcina que ya es seña de identidad del segundo (el delantal debe ser de caucho, con salpicaduras de sangre, churretes de grasa y bolsillo doble para escamotear los vueltos de la vista del cliente) y será imposible distinguirlos.

Esto de ver a los correístas jugándose por Muentes es el hallazgo más conmovedor, más tierno, más risueño de cuantos ha aportado el escándalo del Caso Purga. El silencio del nebotismo en las horas posteriores al operativo policial contrastó con la irrefrenable alharaca correísta, de la cual hizo parte un imaginativo tuit de Orlando Pérez muy en el estilo del expresidente prófugo, es decir, plagado de palabras entrecomilladas (las comillas son, desde Joseph Goebbels, el signo de puntuación de los canallas para crear realidades paralelas: véase el capítulo sobre el uso de comillas en el tratado sobre el lenguaje nazi de Viktor Klemperer). Así, mientras el nebotista Alfredo Serrano abría un compás de espera (“conforme avance el proceso y se precisen públicamente las acusaciones actuaremos en consecuencia”, anunció, que era como decir: vamos a ver cuánto sabe la Fiscalía para decidir qué hacemos), Pérez ya tenía una culpable.

Una culpable insólita: la expresidenta del Consejo de la Judicatura del Guayas María Josefa Coronel. La que sancionó al primer juez que falló a favor de Fito; la que cerró las puertas a las exigencias de Xavier Muñoz, el cómplice de Wilman Terán hoy preso con él, para imponer nombramientos y mover jueces según las conveniencias de Muentes y sus amigos; la que previno a Jaime Nebot (él lo niega, claro) sobre las trafasías de Muentes para controlar la justicia penal en beneficio propio y de los socios mafiosos de los amigos de Pérez, por quienes él es capaz hasta de encorsetarse en el delantal de caucho de sanduchero porcino. La María Josefa Coronel a quien terminaron echando de la Judicatura por esas causas, con la anuencia de jueces y políticos, y a quien Muentes puso un juicio penal ridículo que seguramente pensaba ganar con plata de por medio. ¿Por qué la culpan? Porque está a mano. Y porque alguna vez opinó, como todo jurista sensato en el país y el mundo, que el haber emitido un mandato constituyente que privaba a los Isaías de su derecho de acceder a la justicia era una barbaridad pura y dura.

El simple espectáculo que ofrece un Orlando Pérez (secuestrador, presunto dinamitero, cheerleader de fraudes constituyentes, pegador de mujeres, novelista mediocre, propagandista de partido con plata pública...) en su pretensión de enlodar el nombre de la doctora Coronel, bastaría para sublevarse hasta el vómito si no fuera tan patéticamente cómico. Como sus indigeribles novelas. Después de todo, ¿hay algo más satisfactorio que contemplar a Pérez ocupando el lugar que le corresponde, como pinche de cocina del sanduchero mayor? ¡Cómo se agradece a Diana Salazar ese servicio a la salud pública del país!