Roberto Aguilar | Pabel no da un palo al agua
Impertinente reacción de Pabel Muñoz: ni él es el dueño del agua ni el Ministerio del Ambiente necesita pedirle autorización
Noventa y cinco barrios de Quito se quedaron sin agua potable durante varias horas en estos días. El alcalde Pabel Muñoz lo llamó (y puso su mejor cara de sociólogo) “racionamiento preventivo”. De payasadas solemnes como esa viven y medran políticos como él, que serían un fracaso si nomás tuvieran que rendir cuentas a un pueblo un ápice mejor instruido, con un sistema de educación más competente en el área de lenguaje. Porque vamos a ver: ¿para prevenir qué exactamente sirve el tal “racionamiento preventivo”? Pues para prevenir los racionamientos, qué otra cosa va a ser. Y ese es el gran aporte a la ciencia de la administración pública de este señor que ha logrado hacerse pasar por ‘académico’ (lo que sea que eso signifique) nomás por inventarse expresiones retorcidas y dizque técnicas: la mejor manera de prevenir los cortes de agua es… ¡Cortar el agua!
Salvo que el motivo del corte de agua sea otro e inconfesable. Porque lo que se sabe, en este ecosistema informativo nacional en el que los políticos no informan nada, es que hay dos plantas de tratamiento (Puengasí y Píntag) cuyas cotas se encuentran algo más bajas de lo normal y están por equiparse de generadores eléctricos para su bombeo. Más nada. Los técnicos de la Empresa de Agua Potable consultados por los noticieros sostienen que hay agua suficiente para proveer a la ciudad por un año entero. Y el concejal Michael Aulestia se teme lo peor: que las razones para el tal “racionamiento preventivo” sean “estrictamente políticas”. En cuyo caso lo que se busca prevenir seguramente será otra cosa.
Quizás eso explica la suspicacia del Ministerio del Ambiente ante el anuncio del alcalde y el nada académico (y completamente fuera de lugar) exabrupto del alcalde ante la desconfianza del Ministerio del Ambiente. Básicamente el Ministerio, órgano rector del agua a escala nacional, da la impresión de que no le cree media palabra al Municipio: anuncia una inspección de los embalses para verificar “la veracidad de las proyecciones de racionamiento”. Sospechoso nerviosismo del alcalde: se irrita, se retuerce, se descompone: “Verifiquen otra cosa -dice, fuera de sus casillas-. Yo no le voy a permitir al Gobierno nacional que quiera hacer aquí una suerte de monitoreo de cómo nosotros estamos tomando medidas preventivas”. Extraviada reacción, porque ni Pabel Muñoz es el dueño del agua de Quito ni el Ministerio de Ambiente tiene que pedirle permiso para cumplir con sus competencias. ¿No le voy a permitir? Le salió el hacendado al sociólogo de izquierdas.
Mientras tanto, la ciudad que lleva meses de estiaje, en lo que probablemente sea el verano más prolongado y más seco de su historia reciente, sigue desperdiciando agua a borbotones: a razón de 1,3 millones de litros diarios, cálculo basado sobre un promedio de consumo de 145 litros por persona por día, cuando los estándares internacionales recomiendan no más de cien. Y a la Alcaldía de Pabel Muñoz, que no hace tres meses autorizó un gasto de 3 millones de dólares (adicionales a su presupuesto de comunicación) para pagar pautaje en medios y producir propaganda que coincida con la campaña electoral que se avecina, no se le ha ocurrido en todos estos meses de sequía dirigir al menos parte de esos esfuerzos en una campaña (esa sí preventiva en sentido verdadero) para incentivar el ahorro de agua entre la población. Hay que ver cuántas explicaciones pendientes lleva acumuladas Pabel Muñoz en este tema.