El Pikachu de nuestros complejos
“Este mural -escribió un grupo de izquierdososes el colonialismo escupiéndole en la cara a los pueblos y nacionalidades indígenas; toda su historia burlada...
Cuán frágil será la identidad de los ecuatorianos para que Pikachu la ponga a tambalear.
Mientras más rabiamos y nos indignamos por la risueña informalidad del mural pintado en la avenida 24 de Mayo de Quito por el artista español Okuda San Miguel; mientras más nos retorcemos de las iras por la procedencia de la obra (donada por la embajada de España) y por la nacionalidad de su autor, que por motivos oscuros, difíciles de admitir y directamente relacionados con traumas no resueltos encontramos ofensiva; mientras más nos escandalizamos por la blasfemia perpetrada contra los fastos sagrados de nuestra historia patria, pródiga en mártires y héroes que deberían constituir, por sí solos, un programa iconográfico más que suficiente para representarnos de generación en generación por los siglos de los siglos, amén; mientras más saltamos en defensa de nuestras culturas originarias a las que queremos mantener aisladas en su presunta pureza, como si el arte del bordado en Llano Grande no fuera, a primera vista, una manifestación del más rampante mestizaje... En fin, mientras más ofendidos nos sentimos, más nítidamente proyectamos la imagen que no queremos: la de un pueblo de identidad frágil y deleznable, un grupete de personas profundamente acomplejadas que darían media vida por una pizca de reconocimiento internacional con el cual paliar en algo ese angustioso sentimiento de inferioridad que hace de nosotros unos resabiados de doble cara, de esos que esconden el puñal bajo el poncho. Para decirlo en términos quiteñísimos: unos resentidos de mierda.
Ay, cómo nos duele Pikachu. Durante dos días ha sido tendencia principal en Twitter. Ojalá la discusión se hubiera centrado en la calidad estética del mural, que no es la gran cosa ni se diferencia en estilo y en propuesta de las anodinas y aburridoras muestras de grafiti existentes; o en las políticas municipales sobre el arte público, que fluctúan entre el populismo y el compadrazgo. Pero no: han sido dos días discutiendo sobre lo mucho que nos ofende Pikachu: porque desmerece nuestra historia; porque atenta contra nuestros valores ancestrales; porque ha sido pintado por un extranjero que vino a quitar posibilidades a los artistas nacionales que lo hubieran hecho mejor, de eso no cabe duda, pues no hay artistas más talentosos, más preparados, más virtuosos y profundos que los ecuatorianos, como todo el mundo sabe. "Este mural -escribió un grupo de izquierdosos- es el colonialismo escupiéndole en la cara a los pueblos y nacionalidades indígenas; toda su historia, conocimientos y lucha burlados con un ícono descontextualizado y anacrónico". Más claro: una revolución cultural como la china es lo que necesitamos. Expulsar a los artistas extranjeros, prohibir el pop y la música clásica, hacer una pira con los libros impresos en España... Quizás así el mundo empiece a valorarnos.
"Somos una maldita aldea -tuiteó un correísta de pocas luces y no precisamente muy intensas-, qué diablos hace Pikachu en un mural supuestamente relacionado con el Bicentenario". Ojalá las fiestas de nuestro bicentenario pudieran dar cuenta de nuestra conexión con el mundo al cabo de 200 años. Pero no: somos una maldita aldea llena de pueblerinos tan ignorantes que se asustan por Pikachu