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Roberto Aguilar: Una placa en un panteón

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Ellos son los teóricos de la desdolarización. Saben cómo hacerlo. Se han pasado años estudiándolo

Eso de establecer una moneda oficial en la Constitución es un síndrome tercermundista. Países que hacen tal cosa: Venezuela, Bolivia, Guatemala, Honduras… Ningún otro. Por lo demás, no parece servir para mucho. Que el artículo 318 de la Constitución chavista consagre que “La unidad monetaria de la República Bolivariana de Venezuela es el bolívar” será muy digno, muy soberano y todo lo que quieran, pero no ha impedido que el tal bolívar valga menos que un rábano gracias a las geniales políticas económicas de los gorilas que gobiernan el país, entre cuyos asesores ecuatorianos en esa materia se encuentran los mismos charlatanes correístas (con el expresidente prófugo a la cabeza) que hoy proponen convertir al dólar en moneda oficial del Ecuador vía enmienda constitucional. Para sus transacciones cotidianas, los venezolanos usan el dólar y en dólares figuran incluso los precios en algunos supermercados: la moneda oficial es el bolívar, lo dice la Constitución, pero el país está virtualmente dolarizado. El Ecuador que quieren los Correas, los Arauz y los Borjas es lo mismo pero al revés: la moneda oficial será el dólar pero el país estará virtualmente desdolarizado. Será como tener del dibujo de un cóndor en el escudo nacional mientras los cóndores de verdad se extinguen en la naturaleza. Porque la Constitución, para ellos, es un panteón.

El correísmo miente para obtener votos. ¿Quién puede creer que una declaración en un artículo constitucional garantiza algo tan complejo como la vigencia de un sistema monetario? Ese es el problema: mucha gente. De la ignorancia de esa gente, de mantenerla viva y aun incrementarla con calculados engaños, depende el éxito electoral de Luisa González. Porque lo que se necesita para garantizar la vigencia de la dolarización no es una placa en un cementerio sino el compromiso de los gobiernos para mantener ciertas disciplinas (éstas sí podrían y deberían estar fijadas en la ley) como la de no meterle la mano a los fondos de terceros que administra el Banco Central. Pero eso, precisamente eso (comprometerse con esas disciplinas) es lo que el correísmo no hizo cuando fue gobierno; lo que se negó a hacer cuando estaba en la oposición, votando en contra de lo que Lenín Moreno llamó Ley de defensa de la dolarización, que consagraba esa política; y lo que específicamente, en el plan de gobierno de la candidata González, ofrece no hacer en el caso de llegar a la presidencia, tal como explicó en una reciente entrevista el economista José Hidalgo.

Hay que recuperar y profundizar los mecanismos de gestión de la liquidez doméstica: así dice el plan de gobierno que el correísmo, claro, confía en que nadie lea o que, si alguien lee, no entienda. Significa que pretenden volver a pedir créditos del Banco Central, créditos que se cubrirán con emisión inorgánica de lo que Arauz bautizó como ecuadólares y ahora llamarán de otra forma para no despertar suspicacias. Ellos saben cómo hacerlo. Lo han estudiado. Se han pasado años en eso. Son los teóricos de la desdolarización. Rafael Correa es el presidente que dijo que dolarizar nuestra economía fue el peor error que pudo haberse cometido en el país. Diego Borja es el académico que escribió un ensayo titulado “Una vía ordenada para salir de la dolarización y no morir en el intento”, en el que señala los pasos para dejar atrás este sistema monetario. Se equivocó el presidente Daniel Noboa cuando se refirió a ese ensayo como su tesis de grado. No, no lo es, y la desvergüenza y deshonestidad de Diego Borja llega a tal extremo que se agarra de esa equivocación para burlarse y desmentirlo, en lugar de asumir lo que escribió y aclarar las cosas. Porque el primer paso de la desdolarización es ese: fingir.