Roberto Aguilar | Qué quiere decir acuerdos mínimos
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Correístas y noboístas, dueños por partes iguales de la Asamblea tienen dos opciones
Entre dos todo debiera ser más fácil. Ponerse de acuerdo o declararse la guerra. Y en la nueva Asamblea Nacional serán, básicamente, dos. Para evitar el escenario de conspiración permanente en el que ha vivido este país desde el día en que Lenín Moreno rompió con el expresidente prófugo, esos dos, correísmo y noboísmo, dueños en partes iguales de la Asamblea, tienen dos posibilidades por delante, gobierne quien gobierne. Sólo dos: negociar un puñado de acuerdos mínimos en beneficio del país, sobre la base de un pacto democrático que excluya impunidades y repartos y que facilite la vida y la supervivencia política de todos cuando la correlación de fuerzas haya cambiado, lo cual ocurrirá más temprano que tarde; o pactar lo inconfesable, repartirse como mejor puedan el Estado, diseñar un sistema de justicia que garantice la impunidad de las partes y prepararse para la guerra de exterminio que de manera inevitable tendrá lugar cuando el péndulo de la política esté de vuelta. Ellos eligen: en su decisión quedarán retratados de cuerpo de entero. Ahora sabremos verdaderamente quiénes son y qué concepto de país tienen en la cabeza.
Acuerdos mínimos en beneficio del país que les garanticen la supervivencia política futura. Uno de cajón: la reforma del sistema de justicia. Los correístas, por ejemplo, han creído siempre que el secreto está en meterle la mano, en controlarlo, con el espejismo de que su permanencia en el poder será eterna. La verdad es que luego se da la vuelta a la tortilla y ellos son los primeros en quejarse cuando salen averiados. Hoy dicen ser víctimas de persecución. La verdad es que están pagando las consecuencias de sus latrocinios y de sus abusos, pero también es cierto que el aparato de justicia que legaron al país no garantiza justicia para nadie, incluidos ellos. ¿Aprendieron la lección? ¿No sería mejor plantear un sistema independiente al que nadie pueda meterle la mano? ¿Acordar una reforma que eche a la basura este esquema de concursos amañados, específicamente diseñados para que lleguen los peores, los abogángsters, los comprables? Hay que ser profundamente estúpido para creer que un juez así no pueda luego venderse al enemigo. En este sentido los correístas han demostrado, hasta el momento, eso mismo: profunda estupidez.
Acuerdos mínimos: preocupa que esas dos palabras se hayan convertido en una muletilla vacía y una saludo a la bandera. Preocupa, por ejemplo, ver al candidato presidente Daniel Noboa, en su entrevista con Radio Centro del pasado martes, improvisar sobre la marcha cuando se le preguntó por el tema: la mirada hacia el techo, la duda, el balbuceo… “Acuerdos mínimos, leyes… que puedan darle… mayor… flexibilidad… al… al joven para estudiar, para poder tener ocupación y… pues trabajar…”. La pregunta lo tomó totalmente por sorpresa. Quedó clarísimo que eso de los acuerdos mínimos no es algo que tenga en mente.
Así que eso: reforma de la justicia; eliminación del Consejo de Participación Ciudadana, origen de tantos males; diseño de un nuevo sistema de partidos que elimine las empresas electorales y contribuya a la conformación de movimientos ideológicos, con identidad, con propuestas de país… O reparto de los tribunales, reparto del CPCCS, reparto de los fondos partidarios… A sabiendas de que todo eso se volverá contra ellos y no hará sino perpetuar el estado de ingobernabilidad que ya es crónico. Entre dos todo debiera ser más fácil: ponerse de acuerdo o declararse la guerra; administrar el Estado o repartírselo. Ellos eligen.