Mes y medio para llegar al cielo
En momentos de profunda crisis moral en la política, una figura como Virgilio Saquicela se vuelve imprescindible para correísmo y el socialcristiano.
Hay que ver la solvencia con la que Virgilio Saquicela se para ante los micrófonos que los periodistas le tienden en el vestíbulo de la sede legislativa y despacha tres o cuatro razones jurídicas al hilo, como si de verdad tuviera una pálida idea de lo que está diciendo. El hombre que se jugó por el juicio político contra el presidente de la República antes de conocer sus causales (vale decir: apoyó el juicio político por la razón que fuera) en realidad solo entiende de una cosa: cómo ascender un puesto en la línea de sucesión del tambaleante presidente de la República. Todo lo demás (la legalidad, por ejemplo) es secundario: un auténtico Ricardo III en versión azogueña es el presidente de nuestra Asamblea Nacional. Probablemente a estas alturas ya habrá empezado a considerar, porque le toca, la manera de sacar de en medio al siguiente gran obstáculo que se interpone en el camino de su imparable ascenso: el vicepresidente Alfredo Borrero. Pero, en fin, eso puede quedar para después.
Un antecedente histórico debe alimentar las esperanzas de Virgilio Saquicela: el de Fabián Alarcón. Si él logró llegar hasta donde llegó sin otro apoyo que el brindado por su escuálido bloque parlamentario de un diputado, ¿hasta dónde no podrá llegar su adiposo personaje de ojos bovinos con el respaldo de los más de 40 correístas que, a falta de figuras con más de dos neuronas en sus filas, ven en él a un hombre de consenso? Desde junio del año pasado, cuando en medio del paro nacional convocado para tumbar al presidente de la República, montó una emboscada para el Gobierno a la que disfrazó de diálogo, el presidente de la Asamblea Nacional se la ha pasado conciliando y coordinando todos los intereses golpistas del espectro político que lleva de Jaime Nebot a Rafael Correa, hasta convertirse en lo que es ahora: el hombre clave de todas las estrategias. En momentos de profunda crisis moral en la política como los que vive el Ecuador en la actualidad, semejante perseverancia en el arribismo es, para partidos como el correísta o el socialcristiano, imprescindible. Lo único que él tiene que hacer es complacerlos en lo que le pidan. ¿Necesitan una estrategia de fiscalización que les permita destituir a los consejeros incómodos del CPCCS y quedarse con los obsecuentes para alzarse con el manejo de los organismos de control? Saquicela proveerá. ¿Una comisión multipartidista de siete miembros integrada por seis correístas? Saquicela proveerá. ¿Una licencia para viajar a Irán para apoyar a la tiranía teocrática y misógina de los ayatolas en representación de la Asamblea Nacional sin que el país se dé por enterado y sin rendir cuentas a nadie? Saquicela proveerá. Esta fidelidad perruna le asegura un puesto en el camino a la Presidencia.
Con Virgilio Saquicela a cargo de la situación, bien pueden equivocarse todo lo que quieran la cuerda de analfabetos que se ocupan de llevar adelante el juicio político contra el presidente de la República. Ya sea que se inventen delitos que no existen y que toque corregir más tarde, invoquen leyes que no están vigentes o las manipulen de las maneras más groseras, Virgilio Saquicela está ahí para absolverlo todo. Lo único que podría faltarle es tiempo: tiene una ventana de poco más de mes y medio para conquistar el paraíso. Suficiente en un país que nomás necesita un empujón para caer en el caos. Porque el 14 de mayo el Pleno elige nuevas autoridades y, a partir de ese día, volverá a su curul sin pena ni gloria, a convertirse otra vez en lo que siempre fue: nadie.