Yunda, el peor de todos
Y en el momento de mayor crecimiento de la pandemia en la ciudad, Jorge Yunda engaña a los quiteños como si su futuro político dependiera de estas pruebas.
Quito lleva años de mala suerte con sus alcaldes. Augusto Barrera cedió el liderazgo de la ciudad y convirtió su despacho en una extensión de Carondelet; Mauricio Rodas, en un trampolín hacia la Presidencia. El primero planificó la ciudad en función de las inmanejables necesidades del elefantiásico Estado central. Por lo menos tenía un plan o tenían uno para él. El segundo, ni siquiera eso. Multiplicó las obras de relumbrón que no pudo ni arrancar porque carecían de planificación, omitían toda clase de estudios e incurrían en una más que sospechosa falta de transparencia. Pero todo esto, con lo mal que suena, no es nada comparado con lo que está ocurriendo ahora. Si Rodas logró que los quiteños extrañaran a Barrera, Jorge Yunda está a punto de hacerles extrañar a Rodas, y eso ya es el colmo. Porque ni Barrera ni Rodas en el más infame de sus días llegaron al extremo al que ha llegado Yunda: el extremo de jugar con la salud de los quiteños, de exponerlos a una pandemia solo para garantizar su sobrevivencia política y cuidar su imagen. Los anteriores fueron malos alcaldes. Este es peligroso.
Los manejos de Yunda con las pruebas para la detección del coronavirus son tan vergonzosos que han logrado eclipsar hasta su propia presunta corrupción: la selva de triangulaciones en que ha convertido la contratación pública municipal y que termina beneficiando siempre a sus amigos del ecuavoley; su turbio pasado de acaparador de frecuencias de radio y televisión señalado por Contraloría; hasta el supuesto sobreprecio de las propias pruebas y las sospechas que pesan sobre el contrato de compra… Todo eso pasa a segundo plano cuando vemos lo que Yunda está haciendo con las pruebas.
Contrató la compra de pruebas PCR, que son las que se utilizan para establecer cercos epidemiológicos, pero le dieron de otro tipo y el alcalde no dijo nada, siguió aplicándolas nomás. Luego hubo una serie de informes sobre las pruebas (incluidos uno de la Universidad de Las Américas y otro del Ministerio de Salud de México), informes científicos que cuestionaban su validez, y el alcalde se guardó los informes en el cajón y siguió aplicándolas nomás; se sacó de la manga un nuevo informe, emitido por un organismo coreano, que finalmente dio el resultado que él buscaba. Ahora se denuncia que ese informe coreano es chimbo, que no se hizo sobre las pruebas compradas por la ciudad sino sobre otras, y el alcalde vuelve a no decir nada y sigue aplicándolas nomás. Trabajadores municipales, los primeros que se sometieron a ellas, con resultados negativos, ahora resulta que son positivos, están enfermos, moviéndose por la ciudad, atendiendo al público, regando el virus. Y el alcalde sigue aplicándolas nomás.
Es increíble: si se revisan las declaraciones de Jorge Yunda desde el día en que llegaron las pruebas y él se hizo filmar en el aeropuerto sacando pechito y haciéndose pasar por alcalde eficiente, si se revisa todo lo que ha dicho sobre las pruebas que compró, se verá que ni una sola frase salida de su boca se ajusta a la verdad. Cuando no habla mentiras directamente, da rodeos y hace dilaciones, quema tiempo. Y en el momento de mayor crecimiento de la pandemia en la ciudad, Jorge Yunda engaña a los quiteños como si su futuro político dependiera de estas pruebas. Los hospitales colapsan y él sigue aplicándolas nomás.