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Roberto López: No nos atolondre, señora

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Tenemos derecho a no ser insultados ni amenazados por una extranjera en nuestro propio suelo

La Corte Suprema de Estados Unidos ha dicho que una expresión peligrosa y falaz no está protegida bajo la primera enmienda de la Constitución que garantiza la libertad de expresión, pues es como “falsamente gritar fuego en un teatro y causar pánico”.

Es que esta, como todo derecho, tiene un ‘supuesto de hecho’ que establece el contenido esencial de la misma; pero también un ámbito de protección que justifica sus restricciones.

En el ‘caso Atolondra’ , el supuesto de hecho es la libertad de decir cuanto se le antoje. El ámbito de protección analiza si -lo que se le antoja- tiene un límite, que es el derecho de los demás. Y este justifica las restricciones. Eso excluye no solo las expresiones peligrosas -que protegen la integridad física- sino todas aquellas que afectan nuestro bienestar emocional y por ende, la paz social.

Nos encontramos sometidos a la ansiedad cotidiana de salir a la calle, al terror a ser vacunados o asesinados, o de ver en las noticias cómo los jueces liberan a los asesinos el mismo día. Entonces, la garantía MÍNIMA a la que tenemos derecho, es a mirar el celular sin encontrarnos con una extranjera que en tono amenazante y en nuestro propio suelo nos dice “cuidadito”, “desgraciados” y “cojudos”, disfrazada bajo la falsa condición de periodista, cuando solo es una activista política y una agitadora social.

¿Tenemos o no el derecho a que el Gobierno nos GARANTICE ese mínimo de paz que nuestra cotidiana angustia demanda? Y el ámbito de protección que justifica las restricciones a su libertad de expresión no solo excluye la peligrosidad. También el odio. Cuando Atolondra nos amenaza e insulta… ¿nos está amando? ¿O sus palabras muestran un exacerbado odio hacia nosotros?

Hace 75 años que la LF/Bönn aclaró el tema, prohibiendo la restricción del contenido esencial del derecho, pero no las restricciones justificadas dentro del ámbito de protección del mismo. Al contrario de lo que aquí se cree, donde incluso se prohíbe la reforma constitucional que restrinja derechos.

Tenemos derecho a no ser insultados ni amenazados por una extranjera en nuestro propio suelo. Por muy atolondrada que sea.