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Roberto López: El fiscal de Fito

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En esta ocasión nos jugamos el país

Otra vez comenzó la vaina. Para hacer campaña [es decir, para ‘hacer política’] salieron los ungidos como candidatos a decir que van a suprimir el Consejo de Participación. Y los opinólogos enredando más la cosa.

Veamos qué ha pasado al respecto. Primero la embarró el improvisado que elaboró la ‘genial’ consulta/Lenín, creyendo que el problema estaba en la forma de elegir el CPCCS y nos preguntaron si debía ser elegido mediante voto popular. Y lo elegimos. Pero… está claro que seguimos en el embrollo, ¿no?

El problema no estaba ahí. No era ‘qué’ hacer con el CPCCS, sino ‘cómo’ designar las autoridades. Luego, la consulta/Lasso propuso que -aunque usted no lo crea- sea la Asamblea quien las nombre. Gracias a Dios, Lasso perdió. Pero ahora, los sabios candidatos que no saben ‘qué’ proponer para ganar las elecciones, han vuelto a insistir en semejante locura.

Vamos a ver: hemos sufrido los albañales de la indecencia a los que ha descendido la Asamblea. Y que cada una sea peor que la anterior. Y que el brazo político del narcotráfico esté posicionado en ella. También, que nuestra tradición electoral consista -precisamente- en hacerle parir escaños a ese brazo político en cada elección. ¿Le parece a usted lector, que hay un mínimo de sensatez en exponer el país al riesgo de que nos nombren un NARCOFISCAL, solo por que algún tonto que no sabe qué hacer para ganar las elecciones, trata de posicionar semejante absurdo?

Está fresco lo del ‘consejodicatura’. Es reciente. ¿Estamos ciegos para no verlo?

En esta ocasión nos jugamos el país. Diana Salazar termina sus funciones en abril del 2025 y la Constitución le impide reelegirse. Pero la trampa de Montecristi no solo consiste en eso, sino en la creación de un caótico sistema que -entre veedurías y reglamentos- impide la designación de autoridades. Nos tendrán cinco años con fiscal ‘encargado’, mientras el narcotráfico hace de las suyas. O hasta que consigan los votos para nombrar al fiscal de Fito en la Asamblea. ¿Hacia allá queremos ir? ¿Es en serio? ¿Se puede ser tan tonto? O peor aún: ¿vamos a dejar que los políticos nos hagan tontos otra vez?