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Roberto López: No hay que odiarlo, sino castigarlo

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Como dice Sun Tzu, hay quienes pierden la batalla antes de comenzarla. Y las nuevas generaciones la tienen perdida de antemano

Encuentran contenedor con armas de fuego en las Aduanas de Guayaquil. En Ecuador circulan armas hasta para derribar aviones.

Detienen a uno de los cabecillas de Los Lobos y resulta que tiene permiso del Departamento de Armas del Comando Conjunto de las FF. AA. para tenencia y porte de armas. (Y hasta para fabricar explosivos). Es inmediatamente liberado por “falta de pruebas”.

Todo está podrido porque el dinero del narcotráfico ha penetrado los estamentos estatales. Correa eliminó el 2008 la UIES por descubrir los nexos entre el Gobierno y las FARC. Expulsó la base de Manta, abrió las fronteras gracias a la ‘ciudadanía universal’, eliminó el pasado judicial, permitió el consumo de drogas, indultó a las mulas del narcotráfico, implementó la salida de las cárceles con medidas alternativas, mantuvo al país sin radares durante una década y permitió el ingreso de los Carteles del Golfo, Jalisco y Sinaloa, tal como narró ‘El Chapo’ durante su juicio en Nueva York. Luego afilió Ñetas y Latin Kings a AP para tener apoyo en las calles en caso necesario.

La entrega del territorio nacional a los carteles es la mayor monstruosidad de la historia y debe ser castigada. La cantidad de muertos por el narcocrimen supera la de guerras como Paquisha. Pero ya lo olvidamos y estamos inmersos en una idílica campaña contra el “odio y el revanchismo”, plena de una candidez propia de las novelas de Corín Tellado que no entiende la necesidad de condenar el delito, al confundir castigo con odio. Si el mayor de sus hijos golpea al menor, usted no lo castiga porque lo odia, sino para que no vuelva a pasar, ¿no?

Como dice Sun Tzu, hay quienes pierden la batalla antes de comenzarla. Y las nuevas generaciones la tienen perdida de antemano porque no hicimos nada y dejamos este monstruoso crimen sin sanción.

Si quieren amar a Correa ta’bien, allá ustedes. No hay que odiarlo. Pero castigarlo es un deber patriótico. Las futuras generaciones nos reprocharán haber abierto la puerta de la impunidad, disfrazada de paz y amor. Pero sobre todo, haberlas dejado desprotegidas ante el narcocrimen

Bien ‘cargamelaspuertas’ somos.