Roberto López: Irreformable

Esto revela que no hay un solo ‘jurista’ en el Gobierno
La novela de horror tras la designación del contralor revela que el sistema se encuentra destruido y debe ser corregido. El problema es que la Constitución NO PERMITE corregirlo, pues le tiende una celada a la democracia, construyendo una cárcel irreformable. Una verdadera prisión constitucional.
Primero prohíbe la alteración de TODO en el art. 441. Y luego establece un sistema de reforma (art. 442) que puede tramitar la Asamblea. Pero, pequeño detalle… desde el 2008 hasta el 2023 la Asamblea no ha hecho una sola reforma, lo que da cuenta de la eficiencia del truquito: una asamblea correísta jamás tramitaría una reforma a su constitución.
Tonces, cualquier cambio tramitado por la Asamblea cae en la categoría “sueños de perro”: jamás lo hará.
Aparece así sobre el tablero la diferencia fundamental entre las 19 constituciones anteriores y la de Montecristi: esta es IRREFORMABLE. Las anteriores no. Todas fueron amigables y proclives a la democracia. Si a la nación le urgía reformarlas (mediante un procedimiento más rígido que el de la ley) era posible hacerlo, a diferencia de la actual, que prohíbe las alteraciones concernientes al pueblo, gobierno y territorio. Dígame amable lector… ¿qué queda si eso es prácticamente todo?
¿El ratón belga tenía derecho a convertirnos en PPL de su cárcel? Parece que no, pues al referirse a la activación del poder constituyente para cambiar la Constitución, el autor de la teoría enseña que: “Ante todo una nación… no puede perder el derecho a cambiarla si su interés lo exige”.
Correa no tenía el derecho de hacernos esto. Pero nosotros sí tenemos el derecho de echar su bodrio al basurero de la historia, acogiendo las palabras del mismo autor de la teoría del poder constituyente: “No solo la nación no está sometida a una Constitución, sino que no puede estarlo, no debe estarlo, lo que equivale a decir que no lo está”.
Esto revela que no hay un solo ‘jurista’ en el Gobierno. Si lo hubiera… habría encontrado el camino de hacer efectiva una reforma constitucional de fondo, en lugar de la ridícula ‘consultita’ que para nada sirvió y su platita costó.