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Roberto López Moreno | Hasta la vista, ‘babies’

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No hay duda de que la Constitución de Correa sigue ocasionando un daño mucho mayor del que somos capaces de vislumbrar

Diario EXPRESO informó la semana pasada la insólita noticia de que Fernando Alvarado busca cumplir su condena por peculado, en libertad. ¿Cómo? ¡En libertad ya no es condena pues! ¿Cómo es posible que nuestro sistema carcelario (atado a la Constitución, ‘of course’) le permita a alguien tener el descaro de pretender burlarse nuevamente de todo un país? La razón para que existan cárceles es para que quienes atentan contra la colectividad delinquiendo, vayan a cumplir un encierro forzoso que los obligue a reflexionar sobre el daño social que infringieron. Si uno cumple su sentencia bandereándose entre el supermercado y el Yacht Club (como ya sucedió en el caso de una vicepresidente de ingrata recordación que jamás pisó la prisión), ese propósito de enmienda no se da. Y la pena no cumple su propósito.

Conceder la condena en casa es como darle un premio a alguien. El 7 de abril de 2009, Fujimori recibió una pena de 25 años de cárcel, la cual cumplió hasta el 2017, cuando a los 85 años recibió un indulto humanitario debido al cáncer que padecía.

El caso del ‘teenager’ Alvarado -cuyas juveniles fotos fotografiando elefantes en África circulan por las redes- es distinto. Se trata de un delincuente que se burló del país, dejando el grillete mientras nos avisaba en señal de desprecio, que se había mandado a cambiar. Como diciendo: “ahí queda su pend… Yo soy más sapo que ustedes, como para que me tengan con esto. Hasta la vista, babies”. ¿Merece estar sentado en su mansión, biela en mano, mirando tranquilamente una tele adquirida con el billete del peculado por el cual se lo condenó? ¿Qué es lo que nos pasa? ¿Este es el ejemplo que damos a las futuras generaciones?

Crecí admirando la figura de Ruy Díaz de Vivar, quien obligó a su rey a jurar que no había intervenido en el crimen de su hermano. Sus hijos pequeños en cambio crecerán viendo cómo un delincuente condenado disfruta la ‘dolce vita’ con el billete que se robó, lector.

No hay duda de que la Constitución de Correa sigue ocasionando un daño mucho mayor del que somos capaces de vislumbrar. El mayor es que no hagamos nada por cambiarla.