Premium

La sociedad de cristal

Avatar del Roberto López

"Viajan, gastan y -encima- inventaron una nueva forma de despilfarro: los contratos de comunicación"

Está en una silla de ruedas. Igual que el presidente. Pero le falta una pierna. Y aunque parezca increíble, vive en una carpa. Es una de los muchos damnificados de Manabí, que -luego del terremoto del 2016- no ha recibido una miserable vivienda. El chiste: la Constitución hecha por el convicto belga garantiza a los habitantes de este país un hábitat y una vivienda “dignos”.

El prófugo regalaba casas a Cuba y Haití, pero -pese a que nos subió el IVA del 12 al 14 % y nos sacó 1.600 millones de dólares, además de los 1.400 millones de donaciones internacionales- huyó del país sin dar casas a los damnificados. ¿Y la plata? Menos pregunta Dios y más perdona.

Carmen Mayorga, presidenta de la Fundación Manitas de amor, denunció en el programa “Al día” de MAX TV ON LINE, que un niño esperó 10 años para recibir su medicación y murió porque el Estado no se la dio. Como este hay cientos de casos, y en la provincia de Tena hay 64 niños en peligro de muerte. La respuesta igual que en el caso de las carpas de Manabí es la misma: no hay plata. De verdad que no tengo palabras para describir la indignación y la impotencia que semejante barbaridad me producen. Es que… no hay plata, pero todos los funcionarios públicos siguen el “viva la vida”. Viajan, gastan y -encima- inventaron una nueva forma de despilfarro: los contratos de comunicación. La presidencia gastó $ 5,8 millones solo entre enero y febrero de este año. 

La contratación bajo régimen especial superó los 120 millones de dólares. Más de 89 millones de dólares de los GAD. Pero no hay plata para las medicinas de los niños en peligro de muerte ni para las carpas de Manabí. Estamos sentados encima de la violencia. Invisible, lacerante. Pero la sociedad de cristal está preocupada por los animales, la no discriminación, la violencia verbal y no por la miseria de nuestros niños y nuestra gente. Cuánto quemeimportismo.

“Que nos roben todo menos la esperanza” decía un pillastre prófugo. Seguro quería robársela él. Lo malo es que nos robaron hasta los sentimientos y ya nada nos importa. Perdón… los ‘puppies’, sí.

Los niños, no.