Bobos de la yuca

Veamos… ¿Es posible dejar solo al Ejecutivo en el gobierno, sin un equipo que lo auxilie?
Los idiotas ilustrados de la época previa a la Constitución del 98 se pasaron repitiendo en los medios de información: “hay que despolitizar el nombramiento de los órganos de control”. Claro, como la política es un asco, había que sacar sus garras del nombramiento de las autoridades de gobierno. ‘Genial’, confundir politiquería con política, ¿no?
Porque hay un pequeño detalle: la designación de las autoridades de gobierno es lo que Loewenstein llama “la decisión política fundamental”. Solo a un ignorante se le puede ocurrir “despolitizar” lo que es -en esencia- un acto político. De ahí que esta idea -la cual venía revoloteando años en las ilustradas cabezas de nuestros ‘expertos’- cayera en la fértil tierra de Montecristi. De hecho, el proyecto anterior del Conesup ya traslada la potestad presidencial de designación a un consejo dizque ciudadano.
Veamos… ¿Es posible dejar solo al Ejecutivo en el gobierno, sin un equipo que lo auxilie? ¿Puede un presidente gobernar rodeado de enemigos? ¡Qué tontería! Pero -cual bobos de la yuca- es lo que tenemos: una serie de impresentables ‘consejos’ y cortes, dedicados a serrucharle el piso al presidente.
Lo he dicho mil veces. Ahí va una más: Kennedy nombró fiscal a su hermano. Esto debería bastarnos para entender que no se puede gobernar con personas ajenas a nuestra confianza. O… que -abiertamente- son nuestros enemigos, como hoy.
La peregrina idea de haberle quitado al presidente la potestad nominadora -en la cual, el Congreso asume el rol de equilibrar el excesivo poder del Ejecutivo en la designación- carece de fundamentos. Lógico, porque nadie debe dormir con el enemigo. Histórico, pues es la que funciona desde 1787 en el país que creó el presidencialismo. Y jurídico, porque es la máxima expresión del equilibrio de poderes en el sistema presidencial.
Cuando haya una constituyente -y la va a haber en el año 3523- debe restablecerse el procedimiento: el presidente nomina, el Congreso confirma, y regresa al Ejecutivo para el ‘appointment’ o designación.
El país tiene un presidente sitiado por el correísmo, gracias a este perverso experimento.