Condenados pero libres
"Esta alcahuetería solo terminará el día que los jueces que los dejan ir vayan a dar a la cárcel en lugar de sus “clientes""
¡Ya pues! ¿Otra vez? Esto es increíble. Con la boca abierta debimos presenciar una vez más cómo los delincuentes sentenciados se les escapan en las narices. Perdón. Corrijo: no se escapan. Los dejan ir.
¿Pero saben por qué pasa esto? Muy simple: en todas partes, cuando a uno lo condenan, se va a la cárcel. Se apela desde chirona; y si uno gana, lo sueltan. No hay condenados por las calles. Porque si anduviesen libres, pasaría lo que un niño de 8 o 9 años puede fácilmente predecir: igual que aquí, se escaparían. Es que las condenas se inventaron para que estés tras los barrotes.
Y claro… la clave está en la fianza. Esta -que sería la forma de evitar que huyeran- es una institución “desconocida” para los cegatos jueces de la robolución. Porque donde a la Vivi, o al Vergelio o la Pao les trancaban una fianza de 5 millones y la pagaban, los jueces los hubiesen puesto en evidencia, pues… ¿de dónde pues? Especialmente en el caso de la Vivi, que de la cuna… saltó a la Asamblea.
Esta alcahuetería solo terminará el día que los jueces que los dejan ir vayan a dar a la cárcel en lugar de sus “clientes”. Si no, este chiste llamado Función Judicial se seguirá burlando del Ecuador.Encima, hemos llegado al colmo de que los presos -grilletes y todo- son ahora candidatos. Además, aquí, con solo 16 millones de habitantes hay 19 candidatos, mientras en EE. UU. -con 300 millones de ciudadanos- hay solo dos. Y la razón es simple: hay un botín de 5 millones para cada ocurrido. El mejor negocio del mundo es apoderarse de esa cantidad, que probablemente no van a volver a ver en lo que les queda de vida.Por supuesto, la culpa -como todo- se encuentra en las leyes hechas por el convicto belga. Todos tienen la justificación para lanzarse al ruedo, con el cuento de que si no alcanzan el porcentaje mínimo legal, sus partidos de alquiler desaparecen. El Estado es el que los obliga a postularse con sus absurdas exigencias legales.
Lo peor es que el monstruo nos hizo esto hace 14 años, pero somos tan vagos, que no atinamos a cambiarlo. Y claro, la vagancia es la madre de todos los vicios.