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Dos años perdidos

Avatar del Roberto López

El CNE creó un despelote con el voto de los migrantes al contratar un “antro” (¡qué nombre más preciso!) de inútiles como ellos

Ser presidente no es lo mismo que administrar un banco. El Estado -además- hay que gobernarlo. Pero el gobierno está bloqueado. Y nadie ha movido un dedo por corregir este mal chiste llamado democracia. Solo hay una pléyade de ineptos desfilando por los canales de TV a diario sin hacer nada para corregir el desgobierno del circo Ecuador. Porque no entienden que se debe rediseñar todo, ni tienen la más mínima idea de cómo hacerlo. Por eso solo hablan, pero no hacen nada.

La Corte le “quitó la confianza” al adefesio ese que “vino de las estrellas cabalgando sueños”. Por tránsfuga: armó una mayoría inexistente para destituir un juez en medio de la plutera de uno de los vocales. Sin Asamblea no se lo puede destituir mientras sigue nombrando jueces.

El CNE creó un despelote con el voto de los migrantes al contratar un “antro” (¡qué nombre más preciso!) de inútiles como ellos, para manejar el voto telemático, careciendo del soporte técnico para manejar la ‘big data’ electoral. Resultado: el galimatías en el que estamos podría terminar en la nulidad de las elecciones en el exterior. La misma vaina: no se puede destituir políticamente a esta tarea de incapaces eternamente prorrogados en sus funciones, porque no hay Asamblea. Bello. Y en ambos casos serían reemplazados por correístas, de acuerdo con la Constitución actual. Por eso, hace dos años se debió recuperar la potestad presidencial de nominación de las autoridades, volviendo a la Constitución/98 y rediseñando todo, para sacarlos a puntapiés de ser necesario, mediante la activación del mecanismo previsto en el art. 444 CRE, lo que hubiera servido para mantener al Gobierno, sin incumplir el mandato de cuatro años conferido por el pueblo, llevándolo a unas innecesarias elecciones.

No sé si se entiende la diferencia: durante 193 años el presidente nominó las autoridades. Ahora lo hacen los correístas.

Somos un Estado sin justicia, con una broma por Congreso y un CNE guiñándole el ojo al fraude. Un gobernante con visión de estadista hubiera rediseñado este laberinto de ingobernabilidad hace dos años para poder gobernar.

Pero se va sin enterarse.