Desde un lejano ático

¿Salidas?: lo único que ‘e gana’ al poder constituido es… el poder constituyente
Gobierno es “la suma de las actividades estatales” referidas al bienestar general. (Stahmmen, 1967). Obviamente, no es tarea de un solo hombre y el presidente se ve auxiliado por personas de su confianza que lo asisten en el complejo arte de gobernar. Tan de confianza, que la historia ilustra casos como el de John F. Kennedy, quien nombró fiscal general a su hermano Robert, único en quien confiaba para combatir a las mafias sindicales lideradas por Jimmy Hoffa.
Desde 1830, la primera Constitución del Ecuador estableció un período de gobierno de cuatro años. Obviamente, las autoridades que acompañaban al presidente se alternaban con él para que los nuevos presidente pudieran iniciar el período con su equipo de confianza.
Pero, hete aquí que un sabido -ahora ‘por los techos’ belgas- se inventa una arbitraria payasada, que destruye la noción de alternancia descrita por Aristóteles como la esencia de la democracia: el cambio de las autoridades de gobierno. Y las nombra por 10 siglos para dejar amarrados a los futuros presidentes sin que estos puedan gobernar con sus equipos de confianza. (Ojo: no confundir con los ministros, que lo asisten en la tarea de administrar el país, no en la función de gobernar. Una cosa es gobernar y otra administrar).
Tenemos así un fiscal que dura seis años. Dos más que el presidente. (Kennedy no hubiera podido nombrar al indispensable hombre de confianza que fue su hermano con esta burrada de Constitución). Las otras autoridades duran un año más que el presidente, para que el nuevo no pueda designar las suyas. Nombradas por un Consejo de Participación eternamente controlado por el prófugo. Y un organismo electoral cuya presidente pronto batirá el récord Guinness del recordado Don Alfonso. Este gobierno ya va de salida y le da igual. Pero el problema lo va a tener el próximo presidente.
¿Salidas?: lo único que ‘e gana’ al poder constituido es… el poder constituyente. Salvo que el nuevo presidente esté dispuesto a seguir la tradición de agachar la cabeza y perder el juego ante quien se da el lujo de gobernarnos con un celular… desde un lejano ático.