Siete de cada diez

Él tiene las de ganar. Debe reelegirse.
“La Constituyente se instaló en su sesión inicial para elegir autoridades, organizar las mesas y decidir sobre los plenos poderes. Hubo debate sobre el matiz de declarar el ‘cese’ o el ‘receso’ del Congreso Nacional […]. Se declaró un ‘receso’ del Parlamento. Desde la mirada ciudadana era casi lo mismo: los políticos se fueron a su casa”. (El séptimo Rafael, p. 234).
Lo importante de la historia, es que el Congreso se fue a su casa pero el presidente se quedó gobernando. Y esto es lo que debió hacerse ahora, pues no era necesario inventar nada, sino repetir la historia del fugitivo. Con una pequeña diferencia. La Constitución no se lo permitía como ahora: cualquier presidente puede enviar a la casa a la Asamblea haciendo sus propias reglas, gracias al art. 444.
Y esto sin poner al país en el riesgo de caer en manos de la mafia. Lo cual demuestra que para mandar a la Asamblea a la casa no era necesario renunciar a la presidencia; y que lo hecho es una pésima y arriesgada decisión de gobierno.
Pero en el presidencialismo el presidente es lo que la doctrina llama Ejecutivo dual: gobierna y administra. Y el Gobierno logró poner en orden las Finanzas públicas reduciendo el déficit fiscal. Y no solo eso. El proyecto de ley de urgencia tributaria según el ministro del ramo “tiene como objetivo poner más dinero en el bolsillo a la gente”. El 99 % de las personas va a pagar menos tributos al aumentar las deducciones del impuesto a la renta. El próximo Decreto Ley de Zonas Francas atraerá inversión y generará un aumento de la producción. Consecuencia: más fuentes de empleo.
Además, la economía crecerá al 3%. Más que en otros países de la región.
Salvo las excepciones de rigor, hay que estar supremamente desesperado por el poder para pretender administrar el país sin haber administrado ni una tienda de barrio. Porque a la presidencia se va a hacer eso. ¿Por qué debemos creerle a quien dice que puede hacerlo? El presidente no tiene que prometerlo. Ya lo probó. Tiene grandes dotes de administrador. Siete de cada diez ecuatorianos apoyan su reelección según encuestas.
Él tiene las de ganar. Debe reelegirse.