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Roberto Passailaigue | Celulares en las aulas

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El mismo Ministerio de Educación analiza la necesidad de revertir la medida

Con este mismo título y desde mi columna (28/junio/2014) se expuso que “a inicios del año lectivo en la costa, el ministro de Educación sorprendió con la noticia de que se permitirá el uso del teléfono celular en las aulas, emitiendo su criterio en forma inadecuada, dando a entender que todos los estudiantes podrían llevar teléfonos a las aulas y llamar, navegar por internet o chatear en las horas de clase. Los primeros en opinar contrariamente fueron los padres de familia, que argumentaban que sus hijos ahora les pedirán que les compren celulares inteligentes y existirán unidades educativas que lo exijan en forma obligatoria. También se opusieron los profesores, argumentando que será difícil mantener el control áulico cuando todos los estudiantes se pongan a chatear o hablar por teléfono; los directivos opinaron que se está fomentando la indisciplina, irrespeto y desorden en el sistema educativo y que, a la salida de los establecimientos educativos, los maleantes harían presa de asaltos a los estudiantes para arrebatarles el celular”.

Diez años después, el mismo Ministerio de Educación analiza la necesidad de revertir la medida y prohibir el uso del celular en las aulas; y hay padres, como la vez anterior, que se oponen, pero ahora no es contra el uso, sino a favor del mismo.

La ministra ha expuesto que: “La inseguridad también se relaciona con el uso de celulares, y estamos analizando esto teniendo en cuenta las políticas implementadas en países de primer mundo, como la prohibición de dispositivos tecnológicos, específicamente celulares…”.

Es verdad que en este grupo etario la inseguridad se relaciona con el uso indebido del celular, produciéndose ‘bullying’, pornografía, acoso y abusos sexuales, reclutamiento de pandillas, venta de droga, estafas, vacunas, delitos cibernéticos, etc. Pero la razón básica, por la que países más desarrollados están prohibiendo su uso es porque promociona el facilismo y la falta de rigurosidad académica, mermando las destrezas y aptitudes, el razonamiento lógico, razonamiento crítico, numérico y abstracto, en el estudiante. (Continúa)