Roberto Passailaigue | Las clases y el terrorismo
Ojalá se reanuden pronto, la paralización nacional perjudica el progreso del país
Siempre se dice que, en cualquier circunstancia, las escuelas son las últimas en cerrarse y las primeras en abrirse, repetido en todo el mundo, en estado de paz, guerra, epidemia o pandemia. La última vez que lo escuché fue este mes, en un video con un mensaje del actual ministro de Educación, para los profesores, lo que comparto. Cerrando las escuelas se perjudica el proceso formativo educativo de los jóvenes, produciendo desfases del aprendizaje conducentes a la repitencia, deserción, deficiencias de aprendizaje y, en especial, el mal uso del tiempo libre.
Luego del ataque terrorista del martes 9 de enero y de la declaratoria de conflicto armado interno, ante un escenario incierto de ataques terroristas, el Ministerio de Educación, con muy buena visión e intención, decidió suspender las clases presenciales en todos los establecimientos fiscales, fiscomisionales, municipales y particulares, al igual que, suspendió la asistencia a laboral de todos los trabajadores y funcionarios del régimen Losep, LOEI y Código del Trabajo, de dichos establecimientos, hasta el 12 de enero, después hasta el 17 y ahora, hasta el 19 de enero. Ojalá se reanuden pronto, la paralización nacional perjudica el progreso del país.
Por su parte, el Ministerio del Trabajo, competente para regular las relaciones laborales del sector privado, exhortó a las instituciones a adoptar mecanismos para salvaguardar la integridad física y el bienestar de los trabajadores y “de considerarlo pertinente, de acuerdo a sus necesidades, el Ministerio sugiere hacer uso de la modalidad de teletrabajo…”. Esa es una visión ante el estado de emergencia, pero respetando el Estado de derecho, sin intromisión en la relación laboral de las instituciones privadas.
Conozco que muchas instituciones educativas del sector particular se han acogido a la disposición de teletrabajo del Ministerio de Educación, no sin antes resaltar la falta de competencia, porque la labor organizativa de la institución no solo es dictar clases, sino otras inherentes a su actividad propia, para mantener una educación de calidad y calidez.