Roberto Passailaigue: Esperanza para el año 2025

No perdamos la esperanza.
En pocos días terminará el año 2024 y con él un proceso de transición política en el régimen democrático en nuestro país, asolado por una herencia nefasta por falta de recursos públicos, sin inversión y con gran deuda interna y externa, falta de trabajo autónomo o dependiente, crisis en los sistemas educativos y de salud, abultada burocracia y despilfarros de subsidios, ingobernabilidad política y confrontación de los poderes del Estado, falta de seguridad jurídica, social y ciudadana, y lo que es peor, contaminado por una corrupción generalizada con delincuencia común y organizada, que nos mantienen en constante crisis y caos.
En febrero del año 2025 se llevarán a efecto las elecciones para la presidencia y vicepresidencia de la República, de asambleístas y demás autoridades de elección popular para los próximos cuatro años, quienes tendrán la responsabilidad de guiar los destinos de nuestro país, luchando contra los problemas descritos y encontrándoles soluciones inmediatas, mediatas y a largo plazo.
Todos los candidatos deben saber que Ecuador y sus habitantes tenemos deseos y esperanza de paz, orden, respeto, honestidad, seguridad, progreso, trabajo, buenas costumbres, cultura y educación, y del bien común, no del buen vivir de unos pocos.
Queremos que los Poderes del Estado coordinen entre sí, que la Asamblea no trabaje sediciosamente contra la función Ejecutiva, y que el presidente se dedique a gobernar con cuadros de funcionarios técnicos profesionales, honestos y competentes, que asuman responsabilidad con eficacia y eficiencia, que sirvan al publico y no se sirvan del público. Que la Función Judicial administre justicia sin temor ni favor, que se comprometa a la lucha contra la delincuencia y corrupción, no favoreciéndola. Que cualquiera o todos los que resulten electos se comprometan a trabajar por el pueblo y no por su ideología, partido o grupo político, en especial que se tomen las medidas conducentes a liberarnos de la fuente de donde surgen estos males en nuestro país: la Constitución de Montecristi, que debe ser cambiada. No perdamos la esperanza.