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Roberto Passailaigue: Síndrome de Estocolmo

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Con el paso del tiempo, algunas víctimas llegan a desarrollar sentimientos positivos hacia sus captores

Jan-Erik Olsson, un convicto apodado ‘Janne’, tomó como rehenes a cuatro empleados de banca en la cámara acorazada de un banco del centro de Estocolmo el 23 de agosto de 1973, desencadenando una crisis de seis días y el nacimiento de una psicosis hoy tristemente célebre. (Euro News)

La Asociación Americana de Psicología lo define como una respuesta mental y emocional en la que un cautivo (por ejemplo, un rehén) muestra aparente lealtad e incluso afecto hacia el secuestrador.

El síndrome de Estocolmo es una respuesta psicológica que ocurre cuando los rehenes o víctimas de abuso, creando vínculos de conexión psicológica con sus captores o abusadores, se desarrollan a lo largo de los días, semanas, meses, o incluso años de cautiverio, llegan a simpatizar con sus captores, siendo lo contrario del miedo o menosprecio que se podría esperar de las víctimas.

Con el paso del tiempo, algunas víctimas llegan a desarrollar sentimientos positivos hacia sus captores, y dejando de ser líderes o captores, se los sigue exaltando y se convencen de que comparten objetivos y causas comunes. La víctima podría comenzar a desarrollar sentimientos negativos hacia la policía o las autoridades, llegando a sentirse resentidos con cualquiera que esté intentando ayudarlos a escapar de la peligrosa situación en la que están (Healthline).

Ecuador estuvo gobernado por la revolución ciudadana por más de 10 años, habiéndose ejercido el poder con simulación democrática, manejando de manera dictatorial todas las funciones del Estado, los organismos de control e instituciones públicas, creando una dependencia demagógica y populista sustentada por una bonanza de ingresos petroleros que se tradujo en obras públicas con precios altamente elevados, un festín de bonos con derroche y despilfarro de gasto público. De ahí que un 25 % de la población ecuatoriana se encuentre afectado por el síndrome de Estocolmo, no obstante haber sido secuestrado por un gobierno que limitó y vulneró sus derechos, libertades y democracia. Hay que contrarrestar este síndrome en la ciudadanía y en las instituciones.