Rosa Torres | Gobernar con los mismos corruptos
Sin una depuración total de la burocracia, ningún presidente de la República podrá acabar con las mafias
Cada vez que se avecina un cambio de gobierno en el Ecuador, los estridentes discursos de honestidad de los candidatos presidenciales, que hacen gala de decencia y de transparencia, provocan un minúsculo renacimiento de la esperanza ciudadana de que el nuevo mandatario electo acabe con las redes de corrupción que se apoderan de gran parte de los fondos estatales a través de los opacos procesos de contratación pública y el pago de comisiones de hasta el 40 % del monto de las adquisiciones de los bienes y servicios. Pero esa esperanza y ese optimismo se diluyen con el paso de los meses del nuevo gobierno, con el afloramiento de escándalos de corrupción que involucran a los funcionarios del presidente ganador que perjuró, mientras estaba en campaña electoral, que iba a luchar contra la podredumbre que empobrece al país. Y en lugar de que ocurra el esperado milagro anunciado por el nuevo ‘salvador de la patria’, la realidad del país es que cada vez hay más participantes en las mafias enquistadas en las instituciones públicas, apropiándose de los fondos del Estado.
¿Acaso se acabó la corrupción expuesta durante el gobierno de Abdalá Bucaram (seis meses) cuando Fabián Alarcón (interinazgo) asumió la presidencia? No, no pasó nada. ¿Y se acabó la corrupción detectada en el gobierno de Jamil Mahuad cuando asumió Gustavo Noboa? Tampoco ocurrió eso con los regímenes de Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio, ni durante los diez años de gobernanza de Rafael Correa. Hubo más corrupción todavía.
Los bochornosos escándalos de corrupción volvieron a ensombrecer a los gobiernos de Lenín Moreno y de Guillermo Lasso. Y ahora ocurren en el de Daniel Noboa, que terminará en cuatro meses.
La pregunta que hay que hacerse es: ¿por qué ningún gobierno de los nombrados ha logrado acabar con la corrupción? Hay dos razones principales. La primera: todos los gobiernos han seguido trabajando con la misma podredumbre burocrática. Y la segunda: con todos los gobiernos han llegado funcionarios dispuestos a robustecer las redes corruptas en las empresas eléctricas, de Petroecuador, en el Ministerio de Salud, en el Seguro Social, en las Aduanas... La lista es larguísima.
Solo un cambio total en la administración pública, hecho por un mandatario honesto y democrático, podrá lograrlo.