Rosa Torres: Protejamos a los niños
El caso de los niños desaparecidos en Taura retrata el nivel de descomposición social, la decadencia política
Ojalá el pueblo, finalmente, reaccione ante los políticos corruptos y aquellos que protegen a los grupos de delincuencia organizada y al narcotráfico, responsables de destruir el futuro de nuestra patria. Me refiero, especialmente, al gravísimo daño que causan a los más vulnerables: los niños y adolescentes.
Existen autoridades y líderes políticos que, por un lado, se aprovechan de la desgracia y el dolor ajenos y, por otro, de la falta de preparación y la infiltración en las fuerzas de seguridad del Estado, para obtener réditos políticos con la desaparición de los cuatro adolescentes de Las Malvinas. ¡Desalmados! A ustedes no les interesa ni la verdad ni la justicia para sancionar a los culpables; solo les importa el poder.
La desaparición de Steven, Josué, Nehemías e Ismael es, quizá, el caso más mediático porque involucra a miembros de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, estos niños no son las primeras ni las únicas víctimas del estado de inseguridad y violencia criminal que desgarra las entrañas de un Ecuador que merece vivir en paz.
Miles de familias están destrozadas por el dolor causado por las acciones criminales. Hay padres que han perdido a sus hijos porque fueron reclutados por grupos delictivos para convertirse en asaltantes o sicarios. Otros menores han muerto por resistirse a engrosar esas filas del crimen. Muchos más, frecuentemente alentados por miembros de su propio entorno familiar, terminan convirtiéndose en expendedores de droga en sus barrios y en los colegios.
¿Cuántos hemos escuchado o leído historias de niños sicarios o delincuentes menores de edad que han sido abatidos o detenidos por la Policía? ¿Cuánto les pagan a estos menores? Tres mil, cuatro mil dólares.
Lo que estamos sufriendo son las consecuencias de los malos alcaldes, prefectos y presidentes que desatendieron a la sociedad, que auparon su descomposición y su pobreza. Estas son las secuelas del desgobierno constante, protagonizado por una clase política corrupta que se quedó con el dinero destinado a atender las necesidades en salud, educación, vivienda...
Lo que es peor, es que todos somos responsables de esta descomposición social porque guardamos silencio. Mientras sigamos impávidos, la violencia seguirá creciendo.