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Rosa Torres | Ricardo Arques dejó huella

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A cuidar la fuente; eso era lo que primero enseñaba el periodista español que trabajó durante siete años en este periódico

Muchos y sentidos escritos de amigos y colegas resaltan en estos días la vida y obra del renombrado periodista español Ricardo Arques tras su muerte en su natal Santoña, a los 64 años. España lo recuerda como el sagaz reportero de investigación que, en la década de los ochenta, develó a la organización terrorista GAL, que a la sombra del Estado asesinó a 27 etarras en el sur de Francia. En este diario, de Ecuador, dejó el bagaje de conocimientos que impartió a todos quienes trabajaron bajo su mando en esas intensas dos etapas de siete años, en las que repetía hasta el cansancio: “Hay que salir a la calle con ojos de ver” para beneficio ciudadano.

Ricardo Arques fue de aquellos periodistas —uno de los mejores investigadores que he conocido— que jamás olvidó poner primero al lector y a la responsabilidad de la profesión. De allí su férrea defensa de la libertad de expresión de un pueblo, el ecuatoriano, en el que no nació, pero del que quedó prendado desde que llegó en 1997 para una primera temporada de dos años, en que observó la destrucción provocada por el fenómeno de El Niño (1997-1998), la afectación del terremoto de Bahía y el inicio de la debacle económica y financiera por el feriado bancario.

Aunque el solitario lobo marino que descubrió el caso GAL ‘se sumergió’ en otros territorios periodísticos latinoamericanos (Bolivia, Argentina, México), cada vez que podía volvía a la tierra de la que amaba el cebiche de camarones, las cálidas playas y los parajes orientales. En 2013 decidió quedarse en la que consideraba su casa, Granasa (empresa editora de los diarios EXPRESO y EXTRA), para terminar en cinco años los cimientos de una redacción en donde prima la investigación periodística en beneficio de la sociedad.

Ricardo Arques hizo escuela y fijó un derrotero en todos quienes fueron sus alumnos y compañeros de un engranaje llamado diario que trabaja para una sociedad llamada Ecuador. Y lo hizo con la humildad y sencillez de un hombre que jamás habló de sus proezas ni en España ni en ninguno de los otros medios periodísticos en los que trabajó. Ricardo se fue en silencio, sin despedirse, pero la grandeza de su legado queda en todos quienes formó para el servicio de la sociedad. ¡Paz en su tumba!