La amenaza llega del río
A través de los puentes que unen a Guayaquil con Daule y Samborondón se puede observar el peligroso crecimiento del caudal río Daule
Desde hace semanas, todos los días tengo mi mirada puesta en el río Daule, el cual cruzo por la vía Orellana-La Aurora. Desde lo más alto del puente, que siento que tiembla con el paso de los camiones, observo con preocupación cómo crece vertiginosamente su caudal cada vez que arrecian las lluvias.
La amenaza de un desbordamiento, que afectaría a miles de casas asentadas en sus riberas, incrementa mi preocupación y también mi enojo, porque llevamos años escuchando hablar a los prefectos de turnos de la urgente necesidad del dragado del río Guayas, pero hasta ahora no se empieza el trabajo, ni allí ni en los demás afluentes repletos de sedimentos.
La draga llegará en esta semana, pero lo que la población quiere saber es cuándo comenzará la evacuación, tan urgente como imprescindible, para alejar el fantasma de las inundaciones. Ojalá que no ocurra como las veces anteriores, en que todo ha quedado en ruido y nada de ejecuciones.
No solo se trata de extraer los sedimentos del Guayas, sino de preocuparse de toda la cuenca que alimenta al caudaloso río, entre ellas la represa Daule-Peripa, que diariamente evacua agua por el canal de rebose porque las torrenciales precipitaciones elevan peligrosamente su nivel.
Hasta ahora ni los alcaldes de Daule ni de Guayaquil se han preocupado de la limpieza de los sedimentos que deben hacer en sus linderos, tampoco del mantenimiento de un puente que diariamente soporta un alto tráfico de vehículos y que es vital para la movilización de miles de ciudadanos entre los dos cantones
Basta mirar las dos orillas del Daule para ver el alto riesgo de que el río se desborde, pero también observar la imprevisión de las empresas constructoras de los proyectos inmobiliarios, que levantaron edificios y departamentos al filo del río, sin muros de contención.
Todavía falta más de un mes de lluvias y, según el pronóstico meteorológico, serán torrenciales. Le temo a ese abril y a sus aguas mil, pero también a los aguajes, porque la ciudad puede convertirse en un enorme lago de desgracias y pérdidas económicas. La inundación del pasado jueves es la muestra de que estamos a merced de los aguaceros.